Tal parece que a AMLO le dieron en el dedo chiquito del pie.
El pleito casado entre el periodista Carlos Loret de Mola y el presidente de la república Andrés Manuel López Obrador es más que evidente a ojos del país entero. Por un lado, el también columnista, expresa que el discurso de austeridad del jefe del ejecutivo es una vil farsa y que sus familiares han salido (muy) beneficiados en más de una ocasión; por el otro, el presidente se defiende argumentando que es una campaña de desprestigio por parte de la mafia del poder y lo hacen a través del susodicho periodista para golpear su popularidad y credibilidad. ¿Será?
En esta última ocasión tal parece que a AMLO le dieron en el dedo chiquito del pie, pues hace unas semanas se dio a conocer que su hijo mayor, José Ramón López Beltrán y su pareja Carolyn Adams, poseen una propiedad millonaria en Houston, Texas. Pero no sólo eso, sino que dicho inmueble pertenecía a un empresario de la empresa Baker Hughes que tiene hasta la fecha contratos millonarios con Petróleos Mexicanos (Pemex). Lo anterior demuestra primero que todo dos cosas: la primera que la austeridad que el mandatario ha pregonado desde… siempre, no funciona ni aplica para su círculo familiar cercano y la segunda, que el aprovechamiento ilícito de los recursos del pueblo pudo verse afectados debido al presunto conflicto de intereses que se llevaría a cabo a través de la vivienda en cuestión.
Ante esta situación, Andrés Manuel envió una carta al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) para que inicie una investigación sobre el origen de los bienes del periodista Carlos Loret de Mola, argumentando que las grandes empresas periodísticas del país tienen contratos con el gobierno y que los recursos del pueblo también van a parar ahí, por lo que está en su derecho de exigir transparencia sobre esos ingresos.
Con lo que no contaba López Obrador es que eso es una violación directa a la privacidad de un ciudadano, ya que este tipo de transparencia aplica sólo para funcionarios de gobierno, no para periodistas. Y, por si fuera poco, exhibió el presunto salario del también presentador, el cual supuestamente rebasa los 35 millones de pesos al año, exponiendo así de una manera bastante grave la integridad de él y su familia ante el ojo siempre vigilante de los oportunistas amantes de lo ajeno.
Sin duda una mala jugada por parte del presidente de la República, quien a ojos de todos está abusando del poder con el que cuenta para taparse de los legítimos golpes que la prensa, en este caso Loret, arremete contra su administración. Pero lo más grave de todo es que este tipo de conductas son las que en campaña juraba odiar y prometía erradicarlas a toda costa de su gabinete y del país entero… nada más lejos de la realidad. Conforme pasan las semanas el presidente va demostrando que la capacidad que presumía tener para manejar un país lejos de la “mafia del poder”, a base de austeridad y con nula corrupción, realmente no es la que él pensaba, por el contrario, sus acciones cada vez dan más de qué dudar y sus intentos desesperados por evitar ser exhibido públicamente terminan siempre cavando más profundo el hoyo en el que ya se encuentra enterrado.
Los ideales con los que el actual presidente navegó durante sus tres campañas presidenciales consecutivas parecen derrumbarse y con ellos su credibilidad. De sabios es reconocer los errores, pero Andrés Manuel tal parece no verlos; además los justifica y pues así no se puede.
