Como de un cuento de hadas: ¡La increíble casa en la piedra!
Néstor Jiménez/ El Tiempo Monclova
En un valle de gigantescas rocas en el lejano desierto, existe una singular vivienda. ¡Ahí llegan sólo los más aventureros!
Allende el horizonte coahuilense, existen lugares que muy pocos han visto. Sitios mágicos que en muchas ocasiones ilustran esas pláticas de sobremesa o al pie de una fogata.
¿Qué hay más allá de lo que nuestros ojos pueden ver en ese vasto plano?
Creo que esa pregunta se la hicieron los grandes exploradores de la historia y misma que hoy en día la mayoría nos hacemos, pues el ser humano es curioso por naturaleza.
Sí, la misma cuestión que yo me hago mucha veces así que cuando hay oportunidad...¡Vámonos!
¿Que qué hay más allá de las montañas y senderos del noroeste del estado? Un enorme y mágico desierto cuyos secretos están destinados para los más aventureros.
Atravesarlo es cosa seria: Recorrer veredas que parecen interminables, soportar el castigante sol y si a eso le sumamos la fauna ponzoñoza y salvaje que existe, la mezcla da un resultado altamente emocionante.
Senderistas como Jorge Zamora, ciclistas como Fernando Salazar y otros aventureros se han adentrado a ese mundo de contrastes lleno de gente hospitalaria que dan muestra de un temple férreo para sobrevivir en un ecosistema hostíl.
Así que también necesitaba sumergirme en ese "Océano de fuego" y vivir sus secretos, ver con mis propios ojos lo que dicen existe.
Y déjenme decirles que las historias que me contaron se quedaron cortas. Llegué a ese lugar al pie del extraño cerro de San José de las Piedras, me fijé la meta y...¡La cumplí!
Aquel paisaje me transportaba automáticamente a un cuento de gigantes...¡Deveras!
Las rocas que desde lejos se ven pequeñas, al explorar entre ellas son en realidad colosales.
Y de entre todo este lugar de ensueño destaca algo creí nunca conocerîa: ¡La fabulosa casa en la piedra!
El devorar cientos de kilómetros (354 por el lado de Múzquiz) a través del desierto junto a mi amigo Jorge Zamora Zavala, valió la pena. Ahí estaba, en lo más recóndito del municipio de Ocampo, la singular vivienda bajo un pedrusco de cientos de toneladas.
Don Benito Hernández García desde hace 40 años inició la construcción de su morada que le ha dado muchas satisfacciones y donde habitó gran parte de su vida. Sus más de sesenta años no se notan por la agilidad y vitalidad que tiene. Persona hospitalaria, tuve la oportunidad de platicar con él y escuchar infinidad de anécdotas desde aparecidos, hasta osos amistosos, pumas o como les conocen campiranamente "Leoncillos" que esperan les den comida.
Su casa es sumamente increíble, por dentro no le pide nada a ninguna vivienda convencional y la protección que le da la roca es un escudo impenetrable para las inclemencias del tiempo.
Este sitio alojó a los primeros pobladores del estado, existen pinturas rupestres testigos de épocas pretéritas distribuidas en algunas rocas con figuras humanas, animales como víboras y contornos del cerro que está rumbo al sureste.
Incluso existen morteros donde molían todo tipo de material principalmente para alimentos.
Hace por lo menos 30 años había más gente poblando la parte baja de otras rocas enormes sin embargo Benito es el único que se mantuvo e incluso dio forma a su vivienda.
Actualmente vive en el ejido San Miguel, distante aproximadamente 15 kilómetros rumbo al oeste. Y sí, a quienes llegan de turistas tras el pago de una módica cantidad pueden pasar una estancia placentera en este hogar de ensueño.
"Pueden quedarse si quieren, el que quiera, sí cobro, no mucho pero sí cobro" dijo don Benito con quien además dimos una breve caminata para admirar los alrededores del lugar.
La gente de esos sitios vive de la candelilla, planta bondadosa de la cual obtienen el cerote para la fabricación de velas y otros objetos.
La energía eléctrica la obtienen de las celdas solares con que cuentan en los domicilios las cuales generan lo necesario para poder mantener sus refrigeradores o televisores aunque ellos ya saben el tiempo que dura cada carga.
Son periódicamente visitados por el departamento de Áreas Naturales Protegidas y han llegado hasta el lugar algunos políticos.
"Tenía pensado hacer una alberca para que la gente que viniera se bañara pero los que la hicieron no la fabricaron bien y se tira el agua" dijo Don Benito mientras mostraba el lugar en medio de tremendas rocas.
El cerro tiene un gemelo orográfico kilómetros atrás, rumbo al oeste; hasta parece que alguien dejó caer sobre ambos las ciclópeas rocas para que rodaran cuesta abajo.
Tres pequeños manatiales son aprovechados para obtener el agua escasa por aquellos lares que albergan muchas sorpresas a casi 400 kilómetros de Monclova.
Cuestionado acerca del porqué no hay ningún perro en el sitio, soprendentemente dijo que porque los que ha tenido se los ha comido "El leoncillo."
"Pero no nos hace nada a nosotros se espera a que dejemos la comida, al igual que un oso que llega en las madrugadas," dijo explicando que la gente que se hospeda en la casa de piedra hace carnes asadas o guisos y estos animales esperan a que todos duerman para llegar a comer sobras.
"A veces les dejan los sobrantes en una roca y ellos bajan a comer, nunca han atacado a nadie" aseguró.
El maravilloso paisaje está en terrenos del ejido San Miguel a escasos 60 kilómetros de la frontera con los Estados Unidos de América es por ello que periódicamente llegan extranjeros a conocer el lugar provenientes de Boquillas del Carmen y todo esto es parte del área natural protegida de Maderas del Carmen que inicia en la no menos hermosa cuesta de Malena.
Para quienes jamás han llegado hasta esos lugares, van a tener un concepto sumamente diferente del desierto coahuilense a cerca de cinco horas de recorrido observando tremendos paisajes que parecen pintados por un artista.
Un contacto total con la naturaleza, hace cavilar como eran aquellos tiempos en que había tremendos árboles, una vez que se disipó el mar central de norteamérica donde Coahuila y gran parte del norte estaba sumergido en sus aguas.
Si aquellos lugares se han mantenido casi intactos es porque no son de fácil acceso.
Aún existe en su gente la hospitalidad y la bondad.
La verdad no quería dejar atrás ese sitio sacado de un cuento de hadas, estaba a gusto lejos de toda realidad nociva y estresante, pero... había que volver. Tenía que narrarles ésta aventura para transportarlos por medio de mis letras y fotografías a un verdadero mundo perdido.
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