Ramiro Villarreal González: 'La pediatría es mi pasión'
Verónica Preciado / El Tiempo de MonclovaSu padre le dejó el legado de atender con amor a los niños
Su padre le dejó el legado de la medicina pediátrica, una profesión que durante 33 años ha ejercido con pasión. Hoy es uno de los pediatras más reconocidos en la ciudad. Ramiro Villarreal García, de 61 años, atiende con amor a los niños y niñas de Monclova.
En entrevista para El Tiempo de Monclova, el médico pediatra, hijo del destacado galeno Ramiro Villarreal Cantú (+), compartió la satisfacción de poder curar a miles de niños gracias a lo que aprendió en la universidad, pero, sobre todo, de su padre.
¿Desde cuándo nació su sueño de ser pediatra?
Gracias a mi padre, él me inculcó mucho el amor por los niños. Gracias a él empezaron mis ganas de ayudar a los niños a salir de las enfermedades. Y no sólo a los pequeños, sino ayudar a toda la gente.
¿En dónde estudió su carrera?
Estudié Medicina en la Universidad Autónoma de Nuevo León de 1977 a 1983. Después hice la especialidad en pediatría entre 1985 y 1988.
¿Fue difícil estudiar esta profesión?
Para mí, no tanto, porque siempre veía cómo lo hacía mi padre. Ceo que cada quien tiene su ídolo y el mío era mi papá. Veía cómo atendía a los pacientes, cómo los papás de los niños le daban las gracias, venían con entusiasmo. Me empezó a gustar mucho y dije: “Yo quiero ser así”. Cuando estudiaba de todo lo que tenía que ver con bebés o niños, siempre me decían mis compañeros: “Tú eres el que sabe más”.
¿Cuándo empezó a ejercer?
En 1988 regreso a Monclova e instalo mi consultorio. Antes trabajé en el Hospital Universitario de Monterrey, de 1983 a 1984. Posteriormente estuve en el Hospital Muguerza y la clínica La Conchita.
¿Qué diferencia existe entre un médico de otra especialidad y un pediatra?
El trato con los niños, la relación que tienes con los papás. Entender a los más pequeños, a los bebés, es mucho más difícil. Un adulto te dice “Me duele aquí, me duele acá”. Tienes que saber descifrar muy bien qué le duele. Es tan diferente. De todas las especialidades en México, pediatría fue la última que salió. Mi padre fue la quinta generación de pediatras de México.
¿Qué características debe tener un pediatra?
Principalmente el amor por los niños. Un médico al que no le interesan los niños, que escuche al niño llorar y no lo aguante, no va poder. Debe ser una persona con mucha paciencia. A veces llegan niños muy inquietos o hiperactivos y es más complicado revisarlos.
¿A quien admira más en este campo de medicina?
Sin duda, a mi padre. Su lugar es muy difícil de llenar. Tiene una trayectoria muy grande, por eso aquí estamos siguiendo su legado. Mi papá fue el segundo pediatra en Monclova. Atendía hasta 60 pacientes en un día; mientras lo hacía, yo veía esa sensibilidad que tenía con sus pacientes.
¿Recuerda el caso de algún paciente en especial que le haya tocado atender a lo largo de su carrera?
Son muchos casos a lo largo de estos años, pero en especial recuerdo la de niños que nacieron muertos. Yo estaba en la sala de parto y logramos revivirlos. Ahora los veo de grandes y ya son profesionistas.
¿Cómo es su familia?
Tengo tres hijos. Dos son doctores: mi hija está estudiando la especialidad de pediatría, y otro también va empezar en marzo la especialidad. Mi esposa es quien siempre me ha apoyado.
Cómo médico, ¿es difícil pasar tiempo con la familia?
Es bastante complicado. Muchas veces me ha tocado que voy al cine con mi esposa y me hablan de repente para una consulta. Cuando no había celulares, tenía que buscar un teléfono para comunicarme. Gracias a Dios, mi señora ha tenido mucha paciencia conmigo.
¿Cambiaría su profesión?
“Por nada, yo vengo hasta los domingos a mi consultorio, es mi segunda casa. Le tengo amor a mi profesión, y mientras Dios me dé la oportunidad de seguir aquí, serviré a la población.
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