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Así se lleva acabo la celebración del Día de Muertos en Quito

Así se lleva acabo la celebración del Día de Muertos en Quito
AGENCIAS / EL TIEMPO
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QUITO, 31 octubre.

La celebración del día de Difuntos en Quito adquiere, quizás mucho más que en cualquier otra ciudad ecuatoriana, esa dualidad del mestizaje en la que las tradiciones de los pueblos ancestrales se entremezclan, en condiciones de igualdad, con estratos culturales europeos.

Costumbres autóctonas como la colada morada (bebida a base de maíz) o las guaguas de pan (panecillo con forma humana), de origen indígena, adquieren un protagonismo sin igual en una ciudad de monumentales mausoleos de estilo europeo, donde se rinde homenaje a los muertos, ya sea por el Día de Todos los Santos, o el Aya Marcay.

"Hay una coincidencia poco conocida en la que se unen la tradición europea con la tradición de noviembre del Aya Marcay, que es el mes de 'Cargar a los muertos'", explica a Efe Javier Cevallos, de la organización Quito Eterno.

Dedicada a la recuperación del patrimonio histórico de la capital con escenificaciones y rutas culturales, esta organización dedica el asueto de Difuntos, que en Ecuador se extiende hasta el día 3 por la Independencia de Cuenca, a evocar ese mestizaje cultural.

EL ESTRATO ANCESTRAL

Son de tradiciones que han ido desapareciendo paulatinamente debido a la progresiva influencia europea y de la Iglesia a lo largo de cinco siglos, y también por la ampliación de los límites urbanos, que fue "comiéndose" los barrios indígenas en Quito.

"En el siglo XVIII ya no se sacaba a bailar los muertos. Lo de las guaguas y la colada es lo que queda", se lamenta Cevallos, si bien asegura que también permanece la herencia de "la relación con el muerto", porque para las comunidades ancestrales este es un mes sobre todo "familiar".

Como en el resto del país, el Día de Difuntos se celebra este año en la urbe ecuatoriana bajo estrictas medidas de seguridad sanitaria por la pandemia de coronavirus que, en Quito, una ciudad de unos tres millones de habitantes, acumula 54.000 contagios, casi un tercio del total nacional.

Por ello, el Municipio ha dispuesto el cierre de los cementerios, que estos días solían contar con una afluencia masiva, tanto para honrar religiosamente a los muertos, como festejar con ellos su efímero retorno.

"La tradición indígena es la de comer en familia, y muchos lo hacen en el cementerio con sus difuntos", recuerda Cevallos.

La prohibición de acceder a los camposantos en una jornada tan emblemática ha generado cierta inquietud entre las comunidades de Quito, pero las autoridades no quieren correr riesgos por la masiva afluencia en esta jornada.

APERTURA LIMITADA

Sin embargo, para no torpedear uno de los festivos que más ingresos genera en el año, la Alcaldía ha autorizado la libre circulación (por la pandemia se circula según la matrícula de auto), y habrá transporte público y acceso a atracciones bajo cuotas de distanciamiento. El alcohol estará prohibido en horas de la noche.

Una de ellas es la de la Mitad del Mundo, su principal atractivo turístico y que, a modo de parque temático, marca el lugar de la línea equinoccial.

El gerente del complejo, Carlos Cárdenas, declaró a Efe que el Día de los Muertos es una celebración "entre la vida y la muerte" que cobra un particular significado por la crisis epidemiológica, que suma en Quito unos 1.850 fallecidos.

Una relación que también Quito Eterno rescata, y en particular Cevallos, al asumir en sus itinerarios el papel del demonio Supay, el señor del Uku Pacha, el inframundo al que daba o no paso.

Los recorridos de "Difuntos", muchos de los cuales pueden seguirse en plataformas virtuales, suponen un hito en una ciudad en la que conviven tradiciones, costumbrismo funerario y donde el recuerdo del muerto es sagrado.

"Hay una mayor influencia indígena en este día, no es el concepto de 'Todos los Santos'. El sustrato indígena es muy potente. No lo vemos, pero está ahí. Es una fiesta tan potente que no ha habido manera de erradicarla", destaca Cevallos.

EL ESTRATO MÁS EUROPEO

Muchos de los cambios en las tradiciones funerarias de Quito se remontan a los siglos XVII y XVIII, por lo que es necesario disgregar y traducir sus orígenes.

Uno de ellos se produjo con la apertura de los cementerios de El Tejar y San Diego, en el siglo XIX, "momento en el que la muerte deja de pertenecerle a la religión, a los sacerdotes, para pasar a médicos e higienistas".

"Se escoge el lugar por ventilación, para no contaminar fuentes de agua, y entran en juego elementos urbanísticos (para hacer una) 'ciudad de los muertos', con avenidas, calles", destaca el guía patrimonial.

Inaugurado en 1872, el de San Diego es quizá el más emblemático de los setenta cementerios de la capital, tanto por los variados estilos artísticos de sus mausoleos -"neoclásico, neogótico, neobarroco"- como por la personalidad de muchos de sus difuntos.

Allí están enterrados hasta cuatro presidentes, entre ellos, el casi mítico José María Velasco Ibarra (1893-1979), compañeros de lucha del revolucionario liberal Eloy Alfaro, literatos, educadores y artistas que hacen del recinto una leyenda viviente de la historia ecuatoriana durante el siglo XX.

Representa por ello la herencia más europea y moderna de una jornada en la que lo importante, asevera Cevallos, es el "ritual", "el de darnos tiempo para la muerte y el luto".

"No hacerlo nos quiebra, no nos permite asimilar estos procesos", una explicación en la que, paradójicamente, parecen confluir todos los estratos patrimoniales de la capital ecuatoriana. 

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