‘La esperanza del campesino’

‘La esperanza del campesino’
HERIBERTO ROBLES ROSALES/EL DIARIO/EL TIEMPO

SALTILLO, COAH.- Ocho de agosto de 1879, nació quien habría de ser uno de los hombres que más lucharon por la repartición de la tierra en la Revolución Mexicana a principios del siglo pasado, Emiliano Zapata. A 100 años de aquella lucha, hoy vemos con tristeza que de nada sirvió aquel movimiento armado, hoy los campesinos siguen sumidos en las más crueles de las miserias, esperando los apoyos gubernamentales que llegan a cuenta gotas, y eso cuando llegan, mirando al cielo que es de donde pudiera llegar algo de la esperanza para mejorar su situación. Pero hasta el cielo parece haber olvidado a los campesinos.

LAS MANOS VACÍAS

Don Juan Pérez sentía los rayos del sol que provocaban un calor intenso, a pesar de estar cubierto con su sombrero de paja, en el horizonte sólo se veían manchas que figuraban lagos; aquel hombre sabía que sólo era una imaginación creada por el ardiente sol. Por su cara corrían gruesas gotas de sudor, él regresaba de una reunión campesina, no sabía si sentirse alegre o triste, le daba gusto regresar a su casa, ahí lo esperaba su esposa y sus hijos pequeños, pero la tristeza lo invadía porque llegaba con las manos vacías, ni tan siquiera un juguete para sus hijos. Aquellos niños que sólo conocían de juegos cuando en Navidad alguien se compadecía de ellos y les regalaba dulces, ropa y juguetes, porque comprárselos  con qué ojos divina tuerta; para su vieja po’s menos de dónde. Pero eso sí, llegaba cargado de ilusiones y  promesas de los líderes campesinos, así como de los hombres del gobierno... que hasta hacer llover les prometieron.

¡Caray, qué dura es la vida del campesino! Se acordaba de las promesas de aquellos hombres que llegaron al salón ejidal en buenas camionetas, con su aire acondicionado, que les llevaron muchas promesas, palabras que se llevaría el viento, aquellos hombres del gobierno que hablaban y hablaban, que decían palabras bonitas hasta cansarse.

Hombres que venían de lejanas tierras, de la capital del país decían ellos, que los vamos a apoyar, que ahora sí los vamos a sacar de pobres, que la tierra es de quien la trabaja, que el bicentenario, que la revolución, que el Presidente de la República nos iba a mandar hasta banderitas para que nos acordemos de que somos mexicanos.

Que hay que ponernos a trabajar, que ora sí va a llover, que las nubes van a traer más agua. Así caminando rumbo a su casa se acordaba y se reía, él sabía que lo que le habían dicho eran sólo mentiras, el campo no se estaba muriendo, no, el campo está muerto; ya ni las víboras de cascabel quieren salir, porque víbora que sale, al sartén va a parar, las ratitas del campo ya casi no se conocen, porque ya nos las acabamos. Bueno, hasta la candelilla está más escasa, y la poca cera de candelilla que sacamos nos la pagan como quieren.

Don Juan sabía que la realidad era cruel, la desesperación hacía presa de su ser y viendo allá a lo lejos al horizonte, no sabía si reír o llorar.

¿Y LA REVOLUCIÓN?

Ya son 100 años de que inició la Revolución Mexicana, 100 años han pasado llenos de esperanzas fallidas, la verdad es que el campo está abandonado, muchos centros de población se han quedado abandonados porque no es posible subsistir en ellos, sólo los viejos se aferran a la tierra, al terrón que un día sirvió de pretexto para ir a la revolución. Sólo los viejos todavía voltean a ver al cielo esperando la lluvia bienhechora que llenara los estanques para poder vivir y sembrar, eso lo hacen sólo los muy arriesgados y eso es para levantar la cosecha y guardarla para poder comer el resto del año, aunque sea sólo frijoles y tortilla de maíz con chile.

Y los postulados revolucionarios dónde quedaron, el grito de Zapata de Tierra y Libertad se perdió en los anales de la historia, así como el famoso "Plan de Ayala”, que sólo han servido para buenos lemas de campañas políticas, que sólo eso han sido lemas de campañas, promesas y más promesas.

Pero y la sangre derramada por miles de mexicanos durante la revolución fue inútil, y las leyes emanadas de la Constitución de 1917, son letra muerta, ¿dónde se quedó la revolución?, ¿dónde se perdió el rumbo? Cómo olvidar los hechos heroicos de aquellos hombres que sintieron vibrar sus corazones al escuchar a Madero, a Carranza, a Zapata, a Villa, y que no les importó perder la vida luchando por sus ideales de una patria mejor, México, el país del cuerno de la abundancia. Recuerdo de niño cómo los maestros nos decían, México es el cuerno de la abundancia y ahora escuchamos ya no somos pobres, ahora somos miserables.

RECUERDOS DE EMILIANO

"Y por qué no se juntan todos ustedes los del pueblo —dijo Emiliano— y se apoderan de la tierras que les han quitado”.

"No hijo, replicó el bondadoso Don Gabriel, — sonriendo con tristeza—, no seas tonto, contra el dominio de los señores hacendados, nada se puede hacer; ellos lo tienen todo”.

"¿No se puede? Dejen que yo crezca y verán si yo puedo recuperar las tierras que nos han quitado, replicó de manera enérgica el jovenzuelo.”

Ríos de tinta se han utilizado para ensalzar la memoria de Zapata, su esfuerzo como su vida terminaron trágicamente en Chinameca, bajo las balas de la traición, sólo se cumplieron órdenes, exclamó Jesús Guajardo, el fin se logró, "muerto el perro se acabó la rabia”, dijeron los hacendados. Sin embargo, el recuerdo de Zapata no se extingue, aún se escuchan las patas de su caballo el As de Oros, correr por la campiña mexicana, llevando a lomos la ilusión de que el campo sea de quien lo trabaja.

La Revolución Mexicana está en deuda con Zapata, él fue uno de tantos mexicanos iluminados que vivieron y lucharon por crear un México mejor, murió como mueren los hombres que no pueden morir de frente, porque el miedo paraliza a los traidores, lo tuvieron que hacer por la espalda, porque de frente no se podía.

LOS HOMBRES BUENOS

Uno de los hechos más importantes de la Revolución Mexicana fue el reparto de la hacienda del Borrego, propiedad de un sobrino de Don Porfirio que ni siquiera la conocía. Con aquel reparto de tierras se fija el carácter justiciero de un hombre bueno, Lucio Blanco.

"Y en una tarde de oro como son las de agosto, en la región de Matamoros, se repartieron los títulos de propiedad ante una concurrencia jubilosa”, parafraseando a Ramón Puente.

Decía el manifiesto del general Lucio Blanco. "Por fin, después de muchos esfuerzos, de tres años de lucha y sacrificios, la revolución comienza a orientarse en la manera de resolver uno de los grandes problemas que constituirá, sin duda alguna, el eje de la prosperidad de nuestra patria: la repartición equitativa de la tierra.”

Y como a Zapata, tampoco a Lucio Blanco se le podía matar de frente, había que hacerlo a traición como matan los cobardes, ellos fueron los hombres que sabían de los ideales de los campesinos, hoy a casi 100 años de distancia, la condición de los hombres del campo, sigue siendo peor que la que guardaban aquellos años.

Pero pues como decía un viejo amigo: "Así es esto’’

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Por Heriberto Robles Rosales

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