Envía 250 granaderos a desalojar a anciano
[quote]Al momento del ataque policial, en la vivienda del nonagenario había también una menor de 11 años; además arremetieron contra los vecinos que trataron de protegerlo; ahora, el mandatario dijo en medios que le construirá una nueva casa[/quote]
AGENCIAS / EL TIEMPO
Como si se tratara de la detención de un peligroso narcotraficante, o la desarticulación de toda una banda delictiva, la policía del gobierno de Rolando Zapata, en Yucatán, mandó a más de 250 granaderos a desalojar de su vivienda a Salvador Euán Chi, un señor de más de 90 años, quien se mantiene en silla de ruedas y, por su edad, ya le es casi imposible sostener una conversación.
La casa donde habitó toda su vida en la esquina de la Calle 21 y Calle Vigésima en localidad de Chablekal, al norte de Mérida, fue reclamada por otro habitante de la zona, y para hacer efectivo el desalojo, la policía del estado lanzó bombas con gas lacrimógeno, cuyos casquillos aún se mantienen en el patio una semana después de los hechos.
Magdalena Euán, nieta de Salvador, dice que no las han removido porque no sabe si son tóxicas. Entre llanto, recuerda que el martes de la semana pasada los elementos policiacos derribaron las puertas y arrojaron el gas a pesar de que su hija de 11 años estaba dentro.
Ante ello, su suegra hizo sonar más de 30 veces las campañas de la iglesia para pedir ayuda. A ella, una señora de 65 años, los policías la empujaron y agredieron físicamente.
A Magdalena y toda su familia también la agredieron. En sus piernas y brazos aún se ven los moretones.
Su casa no tiene ningún tipo de lujo: Salvador no dormía en cama, sino en una hamaca. Su cuarto ya está totalmente vacío. Los pocos muebles fueron retirados por los policías y aventados a una camioneta de mudanzas. Sin embargo, por el trato que les dieron, la mesa y un par de muebles más se rompieron.
Además, en el desalojo perdieron cuatro bicicletas, una de ellas, de la hija de Magdalena. La mujer recuerda, con una mirada de frustración, cómo los agentes “hasta iban riendo, burlándose”.
En el resto de la casa sólo hay dos hamacas más y una mesita de centro sobre la que está una televisión que les dio Sedesol ante el apagón analógico, un ventilador para soportar las altas temperaturas del estado mexicano y tres entradas ya sin puertas porque fueron arrancadas por los uniformados.
En el patio hay dos combis, ambas inservibles y con las llantas ponchadas. Una de ellas, blanca y con manchas de oxido, carece de partes del motor; a la otra, que estaba en mejores condiciones, los granaderos le rompieron los cristales traseros.
Ante estos actos, llegaron en auxilio de los Euán vecinos de la localidad que buscaron impedir que sacaran a Salvador por la fuerza. Fue entonces cuando arribaron más elementos hasta superar los 250 policías.
Por ayudarlos, los vecinos también sufrieron agresiones. Se refugiaron en la casa de enfrente, donde habita Pedro Antonio Euán Flores, propietario de una miscelánea y panadería, y que por las tardes predica conforme a las creencias de los Testigos de Jehová.
Ahí, una veintena de policías también lanzó gas lacrimógeno, y sin ninguna orden judicial utilizaron un arma de fuego para romper el candado de la puerta principal para entrar. Una vez adentro, cuenta Euán Flores, los agentes destruyeron un sillón y se llevaron arrestado a Pedro y a su hijo, no sin antes “darles sus trompadas”, de las que todavía se recuperan.
Por el momento, Magdalena ocupa la casa que, afirma, siempre ha sido de su familia, y la cual espera retener por la vía legal. A su abuelo y a su padre, quienes vivían en la casa, prefirió llevarlos con uno de sus hermanos por miedo a que vuelva a repetirse el episodio y no pueda sacarlos.
Y Salvador, a pesar de su edad, reclama su vivienda: “Quiero ir a mi casa”, le dice a su nieta. “Yo siempre le decía que sólo tenía su casa y su silla de ruedas; ahora le digo que por lo menos tiene su silla de rudas”, cuenta Magdalena.
Como apoyo, el DIF estatal les entregó una despensa que consta en una bolsa de frijol, una de arroz, una de sal, dos paquetes de galletas y uno de papel higiénico.
Mientras que el gobernador, Rolando Zapata, aseguró ante medios locales que “gestionará” la construcción de una casa para Salvador. Su nieta dice desconocer si se la regalarán o sólo pedirá su construcción ya que, confirmó, hasta ayer “sólo lo ha dicho en los medios, pero nadie ha venido a hablar con nosotros”.
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