— Redacción El Tiempo 21/12/2025
Oliver Staub, un niño alemán de apenas dos años, permanecía acostado en una cama de hospital en la Ciudad de México, mientras todos a su alrededor se preparaban para lo peor.
Durante unas vacaciones en México, la camioneta en la que viajaba con su familia fue impactada por un vehículo blindado que circulaba a aproximadamente 70 millas por hora.
El choque provocó una lesión devastadora: la cabeza de Oliver se separó de su columna vertebral, causando la interrupción total de su médula espinal.
Los médicos informaron a sus padres que tenía el cuello fracturado, que estaba cuadripléjico, que presentaba muerte cerebral y que su fallecimiento era inminente, posiblemente en cuestión de días.
Sin embargo, a mediados de octubre, Oliver ya hablaba, reía, sonreía, movía los dedos de manos y pies y comenzaba a respirar de forma independiente, gracias a una serie de cirugías extraordinarias realizadas en el Hospital Infantil Comer de UChicago Medicine.
Estas intervenciones lograron unir nuevamente su cuello fracturado y restablecer la continuidad de su médula espinal.
“Sobrevivir a una lesión de esta magnitud no tiene precedentes en la neurocirugía ni en los traumatismos medulares”, declaró el Dr. Mohamad Bydon, jefe del Departamento de Neurocirugía de UChicago Medicine, en un comunicado oficial.
“Nunca pensamos que pudiera volver a moverse, y ahora logra mover las cuatro extremidades”, añadió. “Es un caso verdaderamente excepcional, que supera cualquier expectativa que teníamos”.
Tras el accidente ocurrido el 17 de abril, mientras Oliver permanecía hospitalizado en la Ciudad de México y todos anticipaban su muerte, el niño comenzó a mostrar señales inesperadas de mejoría.
Sus padres, Stefan y Laura, notaron que Oliver seguía sus movimientos con la mirada cuando entraban a la habitación. Los médicos confirmaron que esto indicaba actividad cerebral y decidieron mantenerlo conectado al respirador.
“En ese momento pensé: ‘Tenemos una razón para luchar’”, relató Laura. “Mi hijo seguía ahí”.
Cuando alcanzó el máximo nivel de estabilidad posible, Oliver fue trasladado a la casa de sus abuelos, ubicada a varias horas de distancia, cerca de Morelia. Usaba un collarín y un chaleco ortopédico para mantener la cabeza estable, ya que seguía desconectada funcionalmente del resto del cuerpo a nivel de la médula espinal.
Durante dos meses sobrevivió en ese entorno, con el apoyo constante de sus padres y una enfermera que vigilaba su ventilación durante el día.
El Dr. Bydon calificó esta supervivencia como algo extraordinario, señalando que es extremadamente raro que una persona con el cuello roto y la médula seccionada logre vivir, y mucho menos bajo cuidados domiciliarios.
“Un solo error por parte de sus padres o cuidadores durante esos dos meses habría podido costarle la vida”, explicó.
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