— Criselda Farías 19/12/2025
Mientras muchos se preparan para festejar el 24 de diciembre con familia y amigos, hay quienes pasan la Navidad en soledad, luchando día a día por sobrevivir.
Entre el bullicio de la gente que va de un lado a otro a hacer compras navideñas y prepararse para el día 24 a festejar la Navidad rodeados de la familia, se observa a aquellas personas que pasan invisibles entre los demás, quienes no tienen un plan y esta Navidad, al igual que su día a día, la pasarán solos.
Son los “olvidados”, quienes tienen o no familia, pero viven en lo solitario, planean en silencio sus pasos a seguir cada día, algunos hablan poco y otros se expresan con un optimismo resignados a la vida.
Golpe de emociones
En esta temporada de Navidad se enfrentan a sus propios sentimientos y son ejemplo diario de fortaleza ya que pese a sus limitaciones por la discapacidad, por alguna enfermedad, estudios u oportunidades de trabajo, obtienen sus ingresos laborando.
José Amarante Decena, tiene 51 años y desde hace nueve años perdió la vista. Aun así, todos los días se sienta en un rincón de una zapatería de la zona centro de Monclova, sobre la calle Hidalgo, donde vende dulces y pequeños artículos para poder subsistir.
“La gente me critica, porque me ve aquí, tal vez piensa que puedo trabajar en alguna cosa, pero no veo, a veces escucho a la gente que dice ‘se está haciendo loco’, pero no es mi realidad. Yo vendo mis cosas para tener mis ingresos aunque sea poquito”, comentó tratando de ocular sus lágrimas tras las gafas oscuras que portaba.
Es veracruzano, “jarocho”, dice con orgullo, y la pérdida de la vista fue consecuencia de la diabetes y desde hace 9 años su vida cambió y de vender plantas cambió a cargar una caja de dulces, chicles y más para vender en el centro.
Una rutina diaria en el centro de Monclova
José sale a diario desde su domicilio en la colonia Loma San Miguel, en el sector Oriente, y se traslada con ayuda de otras personas al centro de Monclova. “Me subo al camión de la ruta 11, es el único que viene para acá. Me bajo donde sacan las actas y de ahí la gente que ya me conoce me trae hasta aquí”.
Permanece en su lugar hasta las cinco o seis de la tarde. “Aquí estoy todo el día en la zapatería. Ya después me ayudan a subirme al camión para regresarme a mi casa”, comentó. A lo largo de los años, comerciantes y vecinos de la zona se han convertido en su principal red de apoyo.
Una vida sin familia cercana
Nunca se casó ni tuvo hijos. Su familia vive en Veracruz y sus padres ya fallecieron. “Tengo hermanos, pero ya ni en caso me hacen. Cuando uno está bien lo buscan, pero cuando se enferma lo dejan abandonado”.
Su mayor acompañamiento proviene de la comunidad cristiana a la que pertenece. “Ellos me hablan, me preguntan si ya llegué o dónde ando. Son los que más están al pendiente”, compartió.
“Diosito no me deja caer”, dice con fe, “Lo poquito que gano, un peso, cinco, diez, todo es bienvenido para mí”.
Navidades en soledad
José reconoció que la mayoría de sus Navidades las ha pasado solo. “A veces me hablan los hermanos, pero casi siempre me quedo en mi casa. Si vienen por mí, voy; si no, me quedo encerrado”. Ël vive en un cuarto prestado por los mismos hermanos de su religión.
Compra su comida en el centro, donde ya lo conocen y le dan precios accesibles. No tiene seguridad social y batalla para conseguir medicamentos para la diabetes, aunque cuenta con una tarjeta de apoyo del gobierno que le ayuda a reducir costos.
Un mensaje a la sociedad
José reflexionó que en esta Navidad es como cualquier otra y espera que la sociedad sea más empática con sus semejantes, “Que lo poco que ayuden, aunque sea dos, tres o cinco pesos lo hagan de corazón y todo es bienvenido”.
Dónde vive y cómo ayudar
José vive en el sector Oriente, en la colonia Loma San Miguel, sobre las calles Bolívar e Higueras, número 1429. Su número telefónico es 866 254 2916. En la zona lo conocen como “El Chaparrito” o “Cabañitas”.
“Lo que Dios quiera y lo que la gente quiera dar”, es suficiente para José.

Juan: una Navidad en soledad
Juan Flores Ávila, de casi 60 años, aseguró que pasará la Navidad completamente solo. “Nada, me la paso en la casa solo, solo, solo completamente. Comiendo pues lo que haya. Ha habido años que sí hay muy buena comida y años que no ha habido nada. Ya tengo muchos años pasándomela solo. Pero lo importante para mí es la salud”, dijo fortalecido.
A veces no puede ir a trabajar por problemas de salud: “Si me vengo así, me puedo caer y va a ser peor. Mejor descanso y así puedo venir otro día. Al cabo, para comer como quiera uno come”.
Juan agradeció que su historia sea escuchada: “Me da mucho gusto que hayan venido y tomen en cuenta a las personas que nos sentimos como arrumbados. No nos visita nadie, no saben si vivimos o morimos. Pocas personas se preocupan por una persona sola”.
La pérdida de la vista y la independencia
Juan perdió la vista a causa de un accidente, “Me sentí mal, pero me puse a pensar y dije: ‘Bueno, hay personas peor que yo, que están tiradas en la cama sin que nadie los mire, teniendo familia’. Mis padres y hermanos no tuvieron la culpa de lo que me pasó, la obligación de salir adelante es mía”, explicó.
Desde que quedó ciego, Juan se propuso ser independiente y trabajar. “No soy el único ciego en el mundo. Voy a hacer todo lo posible por ser independiente y no darle lata a nadie”, expresó y lo ha logrado, ya que a diario camina desde su domicilio en la zona centro arrastrando su mesa con sus implementos para hacer jugos, limonadas y otras bebidas para vender.
Familia y relaciones difíciles
Juan se separó hace 26 años y tiene dos hijos, quienes viven en Estados Unidos, donde él también residía, pero debido a su accidente decidió regresarse a México solo para no causar lástima.
Contó que cuando se separó, le regaló el taller que tenía a su hijo para que lo trabajara.
De la carpintería a los cacahuates
Después de quedarse ciego, Juan abrió un taller de carpintería rústica, adecuando las máquinas para evitar cortarse, “Compré máquinas, hice muebles finos, mecedoras, recámaras, comedores, sillas y muebles infantiles. Trabajé como unos 10 años y me fue muy bien”.
Sin embargo, debido a un problema de rodilla debió cerrar el taller y fue entonces cuando decidió vender cacahuates: “Se me ocurrió vender cacahuates. Aquí traigo la caja con la que empecé”, dice mientras señala su humilde puesto, después fue incorporando lo demás.
Soledad y timidez
“Me llamo Enrique Molina Ibarra, tengo 33 años y esta Navidad la voy a pasar solo. No trabajo, nada más ando dando la vuelta, paseando por la ciudad. Así me la paso casi siempre. Para comer, pues ando buscando comida, a veces me dan, a veces no. Cuando es comida buena y está tapada, sí la agarro”.
Enrique comentó que el 24 de diciembre permanecerá solo, como ha ocurrido desde hace muchos años, tantos que ya no lleva la cuenta. “No me gusta moverme ese día. No se me hace feo pasarla solo, ya estoy acostumbrado”.
No tiene esposa ni hijos, nunca se casó, y aunque tiene un hermano y dos hermanas, ellos pasan la Navidad aparte. “No me gusta ir, no quiero dar molestias. Me gusta estar solo”, insistió.
Evidencia de su situación
Aunque tiene casa, su apariencia, con ropa usada y zapatos desgastados refleja el abandono en el que vive. Su domicilio está en la calle Juan Castro número 1307, en la colonia Buenos Aires.
Hasta allá camina todos los días, pues no usa transporte. “Me voy a pie”, dijo.
La cena de Navidad no está asegurada. “A veces no hay nada. En veces voy con mi hermana y si tiene me da algo, y si no, pues no. Ella también es humilde”, comentó.
Enrique sobrevive ayudando ocasionalmente a globeros o haciendo pequeños mandados, por los que recibe algunas monedas con las que compra lo básico.
De pocas palabras y muy tímido, Enrique no expresa deseos, “Lo que me quieran dar”, responde cuando se le pregunta qué necesita.
Sobre la vida, no guarda rencor ni reproches. “Así es la vida, así fue”, dice con resignación. A veces reza y pide protección: “Nomás que me cuide (Dios)”.
Esta Navidad, mientras muchas familias celebran reunidas, algunos volverá a pasarla en silencio, solos en sus casas o caminando por la ciudad y esperando que la noche termine cuando cesen los cohetes, como ha ocurrido durante años.

Instala la nueva aplicación de El Tiempo MX