Torreón como lugar de destino migrante en medio del endurecimiento de políticas

— Héctor Esparza 18/12/2025

Hoy, el promedio ronda entre 10 y 15 personas diarias, en su mayoría provenientes de Centroamérica, particularmente de Honduras y El Salvador

Durante años, Torreón fue para miles de personas migrantes un punto de paso en la larga ruta hacia Estados Unidos. Hoy, esa condición ha comenzado a transformarse. En medio del endurecimiento de las políticas migratorias estadounidenses y de un contexto marcado por violencia, pobreza y cambio climático en los países de origen, la ciudad se ha convertido, para un número creciente de personas en movilidad, en un lugar de destino.

Así lo explica el sacerdote Samuel Lozano de los Santos, director del Centro de Atención a Migrantes Jesús Torres, uno de los principales espacios humanitarios de la Comarca Lagunera. Desde su experiencia cotidiana, el flujo migratorio no ha desaparecido, pero sí ha cambiado.  “La migración siempre ha estado presente, pero es muy variable. En los últimos meses, a partir de las políticas migratorias de Estados Unidos, el flujo ha disminuido considerablemente”, señala.

Durante 2023 y buena parte de 2024, el centro llegó a recibir entre 100 y hasta 200 personas migrantes al día, incluidas familias completas con niñas y niños pequeños. Hoy, el promedio ronda entre 10 y 15 personas diarias, en su mayoría provenientes de Centroamérica, particularmente de Honduras y El Salvador, aunque aún llegan personas de Colombia y Venezuela. Sin embargo, la presencia de familias no ha desaparecido. “Siguen presentándose familias. Esta realidad de que las familias se ven obligadas a emigrar sigue en curso”, afirma el sacerdote.

El cambio más significativo no está solo en las cifras, sino en la intención de quienes llegan. “Ahora los migrantes ya no solamente son migrantes en tránsito; ahora para ellos Torreón se ha convertido en un lugar de destino”, explica Lozano de los Santos. Muchas personas buscan solicitar refugio o asilo en México, lo que implica permanecer semanas o meses en la ciudad mientras se resuelve su situación legal.

Esta transformación obligó al Centro Jesús Torres a modificar su dinámica. De ser un espacio de atención diurna, pasó a convertirse, desde noviembre del año pasado, en un albergue permanente, con atención las 24 horas, los siete días de la semana. El reto principal es sostener un lugar seguro donde las personas puedan pernoctar y no dormir en la calle, además de responder a necesidades básicas como alimentación, acompañamiento legal y apoyo para la inserción laboral.

El centro cuenta con asesoría jurídica proporcionada por profesionistas vinculados a la Universidad Iberoamericana, y se mantiene gracias a donaciones de la parroquia de San Judas Tadeo, comunidades religiosas, instituciones educativas y personas solidarias. “Vivimos exactamente de donaciones”, subraya el sacerdote, quien considera necesario que las autoridades municipales evalúen la condonación de servicios básicos debido al carácter humanitario del albergue.

En un contexto donde los muros no son solo físicos, Lozano de los Santos resume el desafío con claridad, porque el más difícil de cruzar sigue siendo el del corazón humano. En Torreón, ese muro comienza, lentamente, a abrirse.

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