— Criselda Farías 12/12/2025
Las instalaciones muestran vandalismo, deterioro y signos del olvido tras la parálisis de la siderúrgica.
A más de dos años de que Altos Hornos de México dejó de operar y miles de trabajadores quedaron en el limbo laboral, las sedes sindicales de las secciones 147 y 288 del extinto Sindicato Democrático y del Sindicato Minero lucen abandonadas, vandalizadas y sin ninguna actividad que represente la defensa de los obreros.
Edificios sindicales vacíos y deteriorados
El inmueble de la Sección 147, ubicado sobre la calle Aldama, en la zona centro, permanece abierto, sin resguardo y ha sido vandalizado repetidamente. Vecinos señalan que puertas y ventanas dañadas, grafiti y destrucción de mobiliario son ahora el estado cotidiano del edificio que alguna vez fue punto de reunión de cientos de trabajadores acereros.
Mientras tanto, la sede de la Sección 288, en la calle Allende, presenta un abandono aún más evidente: hierba crecida, instalaciones deterioradas y daños provocados en distintos periodos por actos vandálicos. El edificio, que en su momento concentraba asambleas, trámites y organización laboral, hoy se observa completamente desolado.
Obreros destruyeron los bustos de Gómez Sada por enojo y decepción
Un símbolo que reflejaba el orgullo sindical también desapareció. El busto de don Napoleón Gómez Sada, fundador del Sindicato Minero, que adornaba la entrada de ambas sedes sindicales fue destruido por los propios trabajadores en medio de la molestia y frustración acumulada.
Los obreros consideran que fueron abandonados por las dirigencias sindicales en los momentos más críticos, cuando AHMSA dejó de pagar salarios y se paralizó la operación, lo que derivó en la división interna del sindicato y en la ausencia total de respaldo para las más de 12 mil familias afectadas.
Dos años sin operación y un sindicalismo ausente
Desde la caída operativa de AHMSA, los trabajadores quedaron sin ingresos, sin actividad laboral y sin un sindicato que defendiera su situación. Con el paso del tiempo, las sedes, que antes eran centros de organización y fuerza obrera, se transformaron en espacios vacíos que simbolizan la crisis más dura que ha vivido el gremio acerero en la región.
Vecinos y extrabajadores coinciden en que el abandono de los edificios refleja el mismo abandono institucional y sindical que han sentido desde que iniciaron los problemas financieros de la siderúrgica.
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