Autoestima de jóvenes puede verse afectada por uso de las redes sociales

— Redacción El Tiempo 03/12/2025

Un informe elaborado por Itersia–Centro de Psicoterapia, basado en diversos estudios, advierte que las redes sociales y, en particular, sus algoritmos —sobre todo cuando muestran contenido dañino— influyen de manera significativa en personas vulnerables y pueden incrementar la aparición de trastornos de la conducta alimentaria (TCA).

La psicóloga de Itersia, Sonia Jardí, explicó que “los TCA son trastornos mentales serios, con alta morbilidad y mortalidad, y lo que observamos en consulta es que las redes sociales, sobre todo sus algoritmos, funcionan como aceleradores del malestar en quienes ya son vulnerables”.

Uno de los estudios analizados, publicado en Nutrients, sostiene que la baja autoestima y una percepción negativa del propio cuerpo son factores determinantes que aumentan el riesgo de desarrollar TCA, y que las redes sociales pueden actuar como un “altavoz” que intensifica ese riesgo.

Otra investigación, disponible en Frontiers in Public Health, señala que la autoestima de adolescentes y adultos jóvenes puede deteriorarse por el uso de las redes sociales. Esto fomenta la insatisfacción corporal y, a su vez, lleva a un uso mayor de plataformas donde circulan contenidos pro-anorexia y pro-bulimia, favoreciendo la aparición de estos trastornos.

En cuanto a TikTok, un análisis de más de un millón de videos mostró que las personas con TCA reciben por parte del algoritmo una cantidad “muy superior” de publicaciones sobre apariencia física, dietas, ejercicio extremo y contenido “tóxico” relacionado con la enfermedad, en comparación con usuarios sin estos problemas. Este sesgo algorítmico se vincula con una mayor gravedad de los síntomas.

Según Jardí, “el problema ya no es solo a quién sigue alguien, sino lo que el algoritmo decide mostrarle. Las personas con TCA quedan atrapadas en burbujas de contenido que fortalecen sus síntomas”.

Entre los estudios revisados, también se destaca que no es el tiempo de uso de las redes lo que mejor predice el riesgo, sino el tipo de contenido consumido. La exposición a publicaciones sobre pérdida de peso se relaciona con menor satisfacción corporal, mayor temor a la evaluación de otros y más conductas alimentarias peligrosas. El contenido “positivo” o “neutral”, sin embargo, no ofrece una protección clara.

Jardí añadió que “las redes sociales pueden disparar el riesgo y empeorar los casos. La combinación de vulnerabilidad previa (como baja autoestima, perfeccionismo o antecedentes de acoso) con una avalancha de contenido centrado en el peso y algoritmos que lo refuerzan, incrementa la probabilidad de desarrollar o cronificar un TCA”.

Signos de alerta

La especialista también enumeró señales que pueden indicar un trastorno alimentario, entre ellas: preocupación constante por el peso o la figura; obsesión por las calorías o la alimentación “limpia”; dietas cada vez más restrictivas, saltarse comidas o inventar excusas para evitar comer; episodios de atracones; conductas compensatorias como provocarse el vómito; uso de laxantes sin indicación médica; ayunos prolongados; o ejercicio excesivo.

También advirtió sobre cambios bruscos de peso en poco tiempo, necesidad de controlar todo lo relacionado con la comida y una autoestima fuertemente dependiente del cuerpo y del número en la báscula.

Quienes padecen un TCA pueden experimentar miedo intenso a engordar, culpa o vergüenza al comer, distorsión de la imagen corporal, irritabilidad, tristeza o una fuerte tendencia a compararse con otros en redes sociales.

En cuanto al comportamiento, es común que prefieran comer solos, eviten comidas familiares o con amigos, vayan al baño inmediatamente después de comer o se vuelvan rígidos con horarios y rituales alimentarios. A nivel físico pueden aparecer cansancio extremo, mareos, sensibilidad al frío, caída del cabello, alteraciones menstruales o problemas dentales.

Jardí concluyó señalando que “cada mes de retraso en el tratamiento de un TCA permite que el trastorno avance. La detección temprana y el acceso rápido a especialistas son claves para mejorar el pronóstico”.

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