— Redacción El Tiempo
Los huesos son órganos vivos que desempeñan funciones cruciales en el cuerpo humano.
A pesar de su apariencia rígida, están compuestos por tejidos en constante renovación gracias a células especializadas, como los osteoblastos, que crean nuevo tejido óseo, y los osteoclastos, que eliminan el tejido viejo o dañado. Este proceso de remodelación es esencial para preservar su integridad y funcionamiento.
Están irrigados por vasos sanguíneos que les proporcionan nutrientes y oxígeno, a la vez que eliminan desechos. Esto les permite repararse en caso de fracturas o daños. También contienen la médula ósea, responsable de la producción de sangre, incluidos glóbulos rojos, blancos y plaquetas, lo que los convierte en órganos vitales para la supervivencia.
Además, los huesos almacenan minerales como calcio y fósforo, los cuales liberan al torrente sanguíneo según las necesidades del cuerpo. Este almacenamiento ayuda a mantener el equilibrio mineral necesario para funciones como la contracción muscular y la coagulación sanguínea.
Los huesos también responden al estrés físico y al ejercicio, adaptándose y fortaleciendo sus estructuras. Esta capacidad de remodelarse y ajustarse a las demandas del entorno subraya que los huesos son órganos dinámicos, no solo estructuras inertes.