Un estudio de la Universidad Normal de Shanghái sugiere que el uso excesivo de pantallas en niños en edad preescolar puede afectar negativamente la calidad del sueño, lo que agrava problemas como falta de atención, hiperactividad y alteraciones emocionales.
Los hallazgos, publicados en Early Child Development and Care, revelan que el tiempo frente a la pantalla está significativamente correlacionado con un aumento en los problemas de atención hiperactiva y síntomas emocionales, y con una disminución en la calidad del sueño. Además, se observó que la calidad del sueño está correlacionada con una disminución en los problemas de atención, síntomas emocionales y dificultades en las relaciones con otros niños.
El estudio explica que el exceso de tiempo frente a las pantallas puede dejar los cerebros de los niños en un estado de excitación, lo que interfiere con su capacidad para dormir adecuadamente. La exposición a la luz azul de las pantallas y la estimulación que estas generan pueden alterar los patrones de sueño y retrasar la hora de acostarse, reduciendo así el tiempo de descanso necesario.
Para el análisis, los investigadores encuestaron a las madres de 571 niños de entre tres y seis años en Shanghái, y recopilaron datos sobre el tiempo que los niños pasaban frente a dispositivos electrónicos, así como sobre los problemas de conducta, dificultades de atención, síntomas emocionales y problemas en las relaciones con otros niños. También se evaluó la calidad y duración del sueño de los menores.
Los resultados sugieren que existe un ciclo de retroalimentación, donde el uso excesivo de pantallas y los trastornos del sueño se refuerzan mutuamente, lo que incrementa el riesgo de problemas de conducta y emocionales. Los investigadores enfatizan la importancia de controlar el tiempo frente a las pantallas y de considerar intervenciones para mejorar el sueño como posibles soluciones para mitigar estos efectos.
Aunque los investigadores reconocen las limitaciones del estudio, como la posibilidad de sesgo en los datos proporcionados por las madres, sugieren que futuros estudios deberían monitorear la calidad del sueño de los niños utilizando métodos más objetivos.