Nuestra región fue habitada desde hace doce mil años por grupos nómadas que sobrevivían de la caza y la recolección.
Cuando queremos hablar de los antiguos pobladores de nuestra región, no podemos hablar de un sólo grupo o nación coahuilteca, sino de toda una serie de grupos étnicos que vivían transitando por el territorio que incluye Texas, Coahuila, y gran parte de los estados de Nuevo León y Tamaulipas.
En las provincias de Coahuila y Texas existían multitud de tribus con su respectiva denominación, en Monclova residían los boboles y abayes. En Santa Rosa, los cotzales y manos prietas. En San Bernardino de la Candela los catujanos, tilijais y milijais. En San Buenaventura de las Cuatro Ciénegas los indios cabezas, contótores y bauzarigames. En el río de Nadadores los tocas y los colorados con sus aliados los mazapes y cenizos del Nuevo Reino de León.
Fronteras de Coahuila. Las tribus que habitaban la provincia de Texas eran las de los tejas, vidais, tancahaes, quiteis, flechazos, yervepiamos, nacogdoches, asimias, nasones, cododachos, toabayaces, tahuacanas, pamismachas y osajes, debiendo incluirse en este número algunas parcialidades de los apaches y lipanes, que vivían con más frecuencia en las fronteras de Coahuila. Según los archivos de las primeras poblaciones coloniales, “pueden contarse hasta mil diferentes lenguas que hablaban los diferentes pobladores de esta región” los cuales, fueron circunscritos bajo el término general de coahuiltecas.
Estos grupos, habitaban la geografía ya mencionada, sobrellevando una vida nómada, cazando y recolectando para su subsistencia, compartiendo el mismo medio ambiente y viviendo de una manera muy similar, aunque en ocasiones haciendo la guerra para ganar mejores lugares de vegetación o de cacería.
Las tribus. En cuanto a los dialectos que se hablaron, sabemos que la tribu de los guachichiles tenía su lengua propia; lo mismo los tobosos, que habitaban en el Bolsón de Mapimí. La lengua coahuilteca era común a las tribus de los pajalates, orejones, pacoas, alasapas, pausanes, pacuaches, mescales, pampopas, pihuiques, borrados, sanipaos, y manos de perro, cuyas tribus se encontraban al este de Parras y norte del Saltillo, hasta tocar el río Grande.
Los grupos coahuiltecas se movían a lo largo de las praderas, de los ríos y arroyos, dejando sólo leves rastros de su cultura y forma de vivir, que aún hoy en día podemos apreciar en el material lítico y petroglífico de las diferentes áreas de nuestra región. Se sabe que eran cazadores y recolectores por las primeras crónicas escritas sobre ellos por los antiguos misioneros y colonizadores.
Se habla de ellos como grupos de “semisalvajes, flojos, sucios, que se alimentaban de insectos y de polvo.” En cuanto a los hábitos higiénicos, sería muy difícil ofrecer una opinión, pues no se cuentan con mayores datos.
Pobladores. Con respecto a los hábitos alimenticios es muy posible que los nuevos pobladores tuviesen razón en lo que escriben, cuando los veían comer “polvo y bichos”. Es muy seguro que ese polvo que comían haya sido pinole de mezquite, que muchas veces iba mezclado con carne seca y otros restos animales machacados y convertidos en polvo, al molerse en morteros y almacenaba en oquedades hechas en piedra.
Los hombres cazaban búfalos, venados, jabalíes y algunas crónicas relatan cómo los nativos coahuiltecas, podían perseguir a los venados y otros animales hasta cansarlos y darles muerte, cazaban también especies más pequeñas como armadillos, conejos, ratas y ratones, algunas aves y numerosas especies de serpientes, lagartijas, usando arcos y flechas. En algunos lugares también se pescaba con arco y flecha o con trampas muy simples. Comían la carne fresca y otra la secaban y pulverizaban los huesos y restos para alimentarse posteriormente. Se dice que algunos dejaban peces completos sobre las rocas al sol, para comer las larvas de insectos, que crecían durante el proceso de descomposición.
Las mujeres y los niños recolectaban diferentes plantas, de las cuales utilizaban sus tallos, raíces y frutas, de los nopales y otros cactus comían los frutos y las raíces, también utilizaban los magueyes y el peyote aunque el recurso principal para su alimentación eran los frutos del mezquite, que para conservarlo por más tiempo molían y guardaban o cargaban hecho polvo. Machacaban también nueces mezcladas con semillas y varios tipos de bellotas.
Alimentos. Se dice que “en ocasiones se alimentaban de carne humana”, pero se ha concluido de acuerdo a las crónicas, eso sólo lo hacían con los enemigos muertos en batalla en una especie de ceremonia religiosa para honrar a los guerreros del grupo.
Las únicas armas conocidas de los indios de Coahuila y Texas eran el arco y los chuzos, además de las lanzas y los atlatl o tiradera, que era un arma que servía para lanzar lanzas, dardos, piedras, etc.
Se alimentaban de la caza, frutas silvestres y raíces, seguían una vida nómada, aunque cada parcialidad o tribu defendía con celo su respectivo territorio, las tribus del norte eran por naturaleza de un carácter belicoso y guerrero, es claro que la principal educación que podían dar a los hijos consistía en ejercitarlos en el manejo del arco.
La mayoría de los coahuiltecas se rehusaron a establecerse en misiones o trabajar en ranchos, continuando con su vida errante hasta que fueron exterminados por guerras y enfermedades. Se sabe que “9 de cada 10 murieron por las enfermedades o a mano de los colonizadores, otros fueron vendidos como esclavos y murieron en las minas”.
La mayoría de los sobrevivientes de los grupos coahuiltecas perdieron su identidad durante los siglos XVII y XVIII, nadie se preocupó por estudiarlos, mientras vivían. Fueron muy pocos los que lograron convertirse y seguir su vida durante la colonia, pero sus nombres y tradiciones fueron desapareciendo con el mestizaje.
Petroglifos del Ejido Huizachal. A 52 kilómetros de Monclova, sobre la actual carretera número 30, lo que fue el viejo camino real de la misión de la Candela, se encuentra un interesante lugar en el que se localiza uno de los sitios con mayor concentración de grabados con motivos de las antiguas etnias que recorrieron la región y que lo constituye en un importante centro para adentrarse en el mundo cosmogónico y cotidiano de los primeros pobladores de Coahuila.
Muchas son las versiones que escuchamos sobre su origen, tal vez la más tajante sea decir que su origen nos será siempre desconocido, pero dando un vistazo a las expresiones gráficas de los antiguos pobladores desde la Arizona, Sonora, Nuevo México, Chihuahua, Coahuila y Texas, nos encontramos con imágenes con una interesante similitud, lo que nos hace suponer sobre la base de los innumerables grabados y pinturas que han llegado hasta nosotros, que se trata fundamentalmente de expresiones de las creencias de aquellos andantes del desierto.
Un grabado que recogió Carl Lumholtz, un etnólogo noruego que recorrió la sierra madre occidental, en el área de Chihuahua, consistente en una serie de círculos a modo de aros sobrepuestos, representa al peyote, siendo éste un interesante comienzo para estudiar todas las representaciones de Huizachal.
FUENTES CONSULTADAS: Revista Crónicas del Camino Real No. 2, Apuntes para la Historia Antigua de Coahuila y Texas de Esteban L. Portillo. Créditos fotográficos. Sóstenes de Hoyos Martínez.