SUCESOS...'AL DIABLO CON LAS INSTITUCIONES'

“AL DIABLO CON LAS INSTITUCIONES”

Daron Acemoglu y James A. Robinson, publicaron un libro en el 2012 que se convirtió rápidamente en ‘bestseller’ titulado “¿Por qué fracasan los países?”. En dicha obra postulan que “… las naciones no son más prósperas por sus riquezas naturales ni por su nivel de desarrollo industrial, sino por la calidad de sus instituciones”. A ambos autores se les acaba de otorgar el premio nobel de economía. 
Como ya sabemos, todo lo contario de lo que pregonaba un personaje del que no queremos acordarnos y que no solo se dedicó a menospreciar y denigrar las instituciones, sino que llegó hasta la destrucción de varias que costaron un gran esfuerzo consolidar. Nuestro Poder Judicial, como tal, ya no existe y están en proceso de extinción el Instituto Nacional de Acceso a la Información Pública (INAI), la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, la Comisión Reguladora de Energía (CRE), Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), Instituto Federal de telecomunicaciones (IFETEL) y la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE). Entre los argumentos que se han manejado para dicha medida es que se prestaban para la corrupción, que se habían convertido en centros de nepotismo, que se habían extralimitado en sus gastos de operación, y que los salarios y prestaciones eran escandalosas. Mediante una reorganización de la actual administración pública federal se asignarán las funciones y facultades que tenían esos organismos y se reasignarán a otros órganos existentes del gobierno, con lo cual se procurará tener un ahorro estimado de varios miles de millones de pesos anuales. Sin embargo, no significa que se liquidará a los trabajadores, ya que el decreto contempla que se respetarán sus derechos laborales. En todo caso, se queda abierta la opción de acudir a las liquidaciones de ley. Aproximadamente el universo laboral engloba a 4600 servidores públicos, muchos de ellos como cabezas de familias. Así, se cumple con el deseo del señor que mandaba “al diablo a las instituciones”. Tal lamentable retroceso esparce grises nubarrones de lo que se pueda venir, considerando que es apenas el inicio del actual período gubernamental. En todos los países, las instituciones son instrumentos fundamentales para otorgar credibilidad, confianza y estabilidad social y económica. Por medio de las instituciones se tiene acceso al desarrollo cultural y educativo. La fortaleza de las mismas permite a los ciudadanos seguridad administrativa y legal. Cuando hablamos de instituciones no solo nos referimos a las organizaciones formales, bien sea de tipo económico, judicial o educativo, sino también a aquellas costumbres, tradiciones y usos no escritos pero que se van transmitiendo a cada generación, ya sea por la familia, o por las amistades o por grupos sociales. Las normas sociales no escritas pueden en ocasiones tener mayor fuerza que el derecho positivo. Mediante éstas, se facilita la convivencia de los ciudadanos. Basta recordar a los Pueblos originarios donde la violación a sus propias reglas internas puede significar la exclusión de la comunidad o, peor aún, hasta graves castigos corporales. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), establecida formalmente en 1910; El Museo de Bellas Artes, fundado en 1934; la Secretaría de Educación Pública (SEP), que fundó José Vasconcelos en 1921, son algunas de nuestras ilustres instituciones de renombre nacional e internacional. A nivel estatal, todos conocemos el famoso Ateneo Fuente, que funciona desde 1867; la admirada Catedral de Saltillo, cuya construcción empezó desde 1745 y concluyó en 1800; La Benemérita Normal de Saltillo, establecida desde 1824;  todas éstas son instituciones de las cuales nos sentimos orgullosos y, de una u otra manera, identificados. A nadie se nos ocurriría extinguir, por ejemplo, Bellas Artes o la Catedral de Saltillo. Y en el ámbito local, tenemos el ejemplo de Altos Hornos de México (AHMSA) que, aunque ha desaparecido por oscuros motivos, se relacionaba con Monclova y viceversa, hablar de Monclova era hablar de AHMSA. Más aún, la mayoría de nosotros conocemos o al menos hemos escuchado las Pirámides de Teotihuacan o el Palacio Nacional o los Canales de Xochimilco; de una u otra manera, nos sentimos orgullosos de su existencia y los presumimos a los visitantes extranjeros. Pero no solo hablamos de bienes inmuebles, sino también de las tradiciones y costumbres mexicanas como la comida y bebida. Se ha dado, curiosamente, desde dentro del país, un golpe a las instituciones nacionales, a tal grado que otros países, incluyendo la comunidad europea, han manifestado su preocupación, pero es más alarmante las muestras de pasividad de la población. Todo indica que el daño está muy lejos de nosotros. Es cierto de que no se trataba de sorpresas, era una muerte anunciada; pero no hicimos nada. El señor ya había pregonado abiertamente “Al diablo con las instituciones” y lo logró. ¿Qué más viene?

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