Gisèle Pelicot, la víctima que desafió a la vergüenza

La lucha de Gisèle Pelicot se ha desarrollado, en gran medida, en el silencio. Su expresión serena, su sonrisa al entrar y salir de la sala, y sus miradas de gratitud al recibir aplausos son parte de ese lenguaje callado que marcó tanto su vida como el juicio al que se enfrentó.

Este silencio también reflejaba los años en los que sufrió abusos en su entorno más íntimo. Gisèle decidió que el juicio, donde enfrentaría a 51 agresores, incluido su esposo de 50 años de matrimonio, hablara por sí mismo. Por eso solicitó que el proceso fuera público, permitiendo que periodistas y espectadores comprendieran y reflexionaran sobre lo que estaba en juego. Su objetivo era transformar el silencio que la había acompañado durante tanto tiempo en un clamor social imposible de ignorar.

El pasado jueves, Gisèle habló nuevamente, esta vez con el rostro descubierto y visiblemente aliviada. Recordó las razones de su valiente decisión: “Quise, al abrir las puertas de este juicio el 2 de septiembre, que la sociedad pudiera apropiarse de los debates que se llevaron a cabo. Nunca lamenté esa decisión. Ahora confío en nuestra capacidad de construir un futuro en el que hombres y mujeres vivan en armonía y con respeto mutuo”, expresó, buscando una reconciliación tras meses de enfrentamiento.

Los crímenes cometidos contra Gisèle y los nueve años de sufrimiento demostrados en el juicio también dejaron profundas cicatrices en su familia. Fotografías encontradas por la policía involucraban a su hija y a sus nueras. Gisèle, consciente del dolor compartido, dedicó palabras a sus seres queridos: “Pienso primero en mis hijos, David, Caroline y Florian, y en mis nietos, porque ellos son el futuro. Es por ellos que llevé a cabo esta lucha, al igual que por mis nueras”. Decidió conservar su apellido de casada, Pelicot, para que sus nietos pudieran llevarlo con orgullo. “De ahora en adelante, Pelicot será la señora Pelicot”, declaró con firmeza.

El juicio, que Gisèle al principio dudó en convertir en un altavoz mediático, se convirtió en un símbolo de lucha feminista en Francia. Aunque ella, según su abogado Antoine Camus, buscaba un enfoque conciliador, su hija Caroline la animó a dar el paso. Caroline, quien escribió un libro sobre los horrores descubiertos y fundó una ONG contra la sumisión química, fue clave para que Gisèle decidiera alzar su voz.

El caso unió a diferentes corrientes feministas y movilizó a cientos de mujeres que, con pancartas y flores, mostraron su apoyo a Gisèle en cada audiencia. Su mensaje a las mujeres fue claro: “No guarden más silencio”. Al mismo tiempo, Gisèle mostró empatía hacia las familias de los acusados, reconociendo el impacto que esta tragedia tuvo en ellas. También recordó a las víctimas no reconocidas, cuyos testimonios permanecen en la sombra: “Quiero que sepan que compartimos la misma lucha”.

Este juicio histórico dejó un impacto duradero, demostrando el poder de romper el silencio y construir un camino hacia la justicia y la reconciliación social.

 
 

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