La Catedral de Notre Dame, que se reabrirá al público el domingo después de una restauración de cinco años tras un devastador incendio, se alza como una joya de la arquitectura gótica, un símbolo de París y un imán turístico.
Pero detrás de la grandiosidad de la catedral, que tardó 182 años en construirse entre los siglos XII y XIV, se esconden algunas historias sorprendentes.
Desde mitos medievales hasta misterios modernos, aquí hay cinco cosas especiales que hay que saber sobre este hito parisino:
El corazón de Francia, literalmente
La importancia de Notre Dame va más allá de su arquitectura e historia, y es que es literalmente el punto desde el cual comienzan todas las carreteras en Francia.
Frente a la catedral, incrustada en los adoquines, yace una modesta placa de bronce y piedra con la inscripción “point zéro des routes de France”, que significa “punto de partida de las carreteras de Francia”. Esta placa marca el punto de inicio para medir las distancias entre París y otras ciudades del país.
Aunque la placa fue instalada en 1924, la idea de un “cero nacional” data de 1769. El rey Luis XV imaginó una referencia central para la creciente red de carreteras de Francia, un concepto que vinculaba la geografía de la nación con su corazón en París.
El gran mito de las gárgolas
Esas aterradoras criaturas de piedra en Notre Dame pueden parecer antiguas, pero no todas son lo que parecen. Las verdaderas gárgolas, que son canales en forma de monstruo utilizados para drenar el agua de lluvia, existen desde la época de la construcción de la catedral. Pero las figuras dramáticas y monstruosas a menudo representadas en postales y películas son quimeras, y son mucho más nuevas.
En el siglo XIX, el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc, quien estuvo a cargo de renovar el entonces decrépito edificio, añadió estas criaturas para aumentar el misticismo de la catedral. Viollet-le-Duc se inspiró en el famoso libro de Víctor Hugo “El jorobado de Notre Dame” para crear estas figuras de animales demoniacos con expresiones personificadas.
¿Cómo distinguirlas? Las gárgolas se asemejan a picos horizontales que salen de la fachada y tienen agujeros en sus canales para permitir que el agua drene.
Un cambio revolucionario
Durante la Revolución Francesa, que vio oleadas de protestas contra la Iglesia, Notre Dame no fue tratada precisamente como una catedral venerada. En 1793, los revolucionarios la despojaron de sus símbolos religiosos y la renombraron “Notre-Dame de la Raison” (Nuestra Señora de la Razón).
En cambio, la catedral albergó festivales que celebraban la ciencia y las ideas de la Ilustración, y por un corto tiempo, incluso fue utilizada como almacén de vino.
Los servicios religiosos se reanudaron en 1795 y Notre Dame recuperó su estatus sagrado impulsado por el emperador francés Napoleón I, quien celebró su coronación allí en 1804, inmortalizada en un famoso cuadro de Jacques-Louis David.
Los reyes decapitados que regresaron siglos después
En 1792, los revolucionarios también decapitaron 28 estatuas de la fachada de Notre Dame, confundiéndolas con monarcas franceses. En realidad eran antiguos reyes de Judá, ancestros bíblicos de Jesús. Se creía que las cabezas se habían perdido para siempre, posiblemente destruidas o vendidas como materiales de construcción.
Pero en 1977, trabajadores que renovaban un patio en el noveno distrito de París descubrieron cientos de fragmentos de esculturas de piedra. Los expertos confirmaron que eran las cabezas perdidas de los reyes de Notre Dame. Cómo terminaron enterradas allí sigue siendo un misterio.
Hoy, 22 de las cabezas han sido restauradas y se exhiben en el Museo de Cluny en París. Su descubrimiento se considera uno de los hallazgos arqueológicos más notables en la historia moderna de la ciudad.
Una llamada de atención ardiente sobre el polvo de plomo
El incendio de 2019 que casi destruye Notre Dame reveló un grave riesgo para la salud. Cuando las llamas derritieron el techo, se liberaron toneladas de polvo tóxico de plomo en el aire y se asentaron en todo París.
¿El problema? Las autoridades descubrieron que no había normas para medir el peligro del polvo de plomo al aire libre. Esto no era sólo un problema de París, ya que grandes ciudades como Londres y Roma, e incluso la Organización Mundial de la Salud, no tienen directrices para la contaminación por plomo al aire libre.
El incendio de Notre Dame destacó un problema oculto y obligó a los funcionarios a examinar más de cerca sus estándares de seguridad. La ciudad tardó cuatro meses en completar una operación de limpieza profunda de las aceras, incluso mientras turistas, residentes y comerciantes caminaban diariamente por las calles alrededor de la catedral.