Si experimenta somnolencia durante el día a medida que envejece, podría ser un signo de que está en riesgo de desarrollar una condición que podría llevar a la demencia, según un nuevo estudio. La investigación, publicada en la revista Neurology, revela que entre las personas que reportaron fatiga excesiva y falta de motivación, un 35,5% desarrolló el síndrome de riesgo cognitivo motor (SCM), en comparación con solo el 6,7% de aquellos sin estos síntomas.
El síndrome de riesgo cognitivo motor, identificado por primera vez en 2013, se caracteriza por una marcha lenta y problemas de memoria en personas mayores que no padecen demencia ni discapacidad motriz. Las personas con SCM tienen más del doble de probabilidades de desarrollar demencia. El estudio, dirigido por la Dra. Victoire Leroy, encontró que la disfunción diurna (dificultad para mantenerse despierto o falta de entusiasmo durante las actividades) fue el único factor del sueño asociado significativamente con un mayor riesgo de SCM, elevando este riesgo 3,3 veces.
El estudio se llevó a cabo con 445 adultos de aproximadamente 76 años, y se centró en sus patrones de sueño a lo largo de un periodo de tres años. Aunque los resultados sugieren que los trastornos del sueño pueden ser un factor de riesgo para el deterioro cognitivo, también se reconoce que la relación podría ser compleja, ya que algunos trastornos del sueño podrían ser causados por los cambios cerebrales asociados con la demencia temprana.
A pesar de las limitaciones del estudio, como la autodeclaración de los participantes sobre su calidad de sueño y el tamaño reducido de la muestra, los hallazgos resaltan la importancia de monitorizar el sueño y la velocidad de la marcha como parte del diagnóstico temprano de problemas cognitivos.
Los expertos recomiendan que las personas que tienen dificultades para dormir consulten a su médico, ya que los trastornos del sueño pueden tratarse eficazmente, lo que podría mejorar la salud cerebral y reducir el riesgo de demencia. También sugieren adoptar un estilo de vida saludable, que incluya una buena nutrición, actividad física y manejo de la pérdida auditiva, como medidas adicionales para proteger el cerebro durante el envejecimiento.