Inició su concierto con "René", canción que le salvó la vida
El Palacio de los Deportes por su forma de cúpula, o de domo, sostenido por una red de acero, ha tenido distintos apodos a lo largo del tiempo. Desde tortuga, hasta joroba. Pero este jueves por la noche el cantante y compositor puertorriqueño Residente resignificó la estructura durante dos horas.
Durante este tiempo las 17 mil personas que se dieron cita, entraron simbólicamente al “cerebro” de René Pérez Joglar o Residente. La cubierta de cobre se volvió el “encéfalo”, mientras el escenario tenía dos lóbulos, de un lado (el izquierdo para los fanáticos) las percusiones, una guitarra rítmica y una mujer frente a una máquina de escribir. Del otro (el derecho) las coristas, una violonchelista, el tecladista, y una mujer con un pincel, lista para enfrentarse al papel en blanco.
En medio, una pantalla de aproximadamente tres metros de altura, que enfocó distintos aspectos de la noche. Primero a Residente, que apareció cabizbajo, con una gorra de visera plana tapándole el rostro, una camisa de vestir a medio desabotonar fajada en un pantalón negro y tenis deportivos en vez de zapatos que hicieran juego.
“Cabeza, rodillas muslos y cadera. Cabeza rodillas muslos y cadera”, se escuchó en el sonido local. Era la voz de la madre del cantante, fruto de un recuerdo de su infancia, cuando le daba lecciones de historia. Todo como introducción al tema que abrió la noche “René”, donde el cantante confiesa, entre otras cosas, un episodio de depresión profunda donde estuvo a punto de suicidarse. Además, de la muerte prematura de amigos suyos a manos de la brutalidad policiaca y el panorama musical y cultural en el que creció.
“México, hoy quise empezar con esta canción, porque es una canción que me salvó la vida. Parte de este tema lo escribí en México, un país fundamental para mi. Quise empezar con este tema para ser lo más honesto con ustedes, a veces ya no quiero estar aquí pero esta energía me recuerda por qué lo sigo haciendo”, confesó René.
Después, “Las letras ya no importan”, título de la gira que lo trajo a México este noviembre, y también el título de su último disco como solista. Una leyenda, o título que pareciera destapar la paz que el cantante ahora trae consigo a cada show.
De ese disco, interpretó “El pecador”, “Baladista”, “Yo no sé pero sé”, y “Ron en el piso”, canción donde se recostó en el escenario con una botella de ron a la altura de su cabeza y desde ahí, descansando interpretaba cada verso. Mientras la mujer sentada frente a la máquina de escribir tecleaba de un lado de la tarima las letras que pronunciaba el boricua, y del otro lado una dibujante ilustraba los mensajes.
“De este lado”, señaló a su derecha, “Es mi lado más racional, y de este otro”, dijo, “Es mi parte más emocional, quería invitarlos a conocerlos, todo con arte en vivo”, describió, todo sin esforzarse demasiado.
Residente ofrece un viaje musical a sus fans mexicanos en el Palacio de los Deportes
Después de cantar las canciones más recientes, entonces sí, comenzó un viaje a su pasado musical, donde por una parte había un Residente enfocado en hacer hits (éxitos), en vender, divertirse y ser disruptivo con mensajes irreverentes. Así empezó “Aguante”, “Atreve te-te”, “El Baile de los pobres”, hasta “Cumbia de los aburridos”, en ritmos de reggaetón, salsa y otros de origen afro antillano.
Luego, hizo un recorrido por sus temas más sensibles, “Muerte en Hawaii”, “Ojos color sol”, y “Desencuentro”, dedicados al amor, al romance, a la contemplación, y a la libertad. Temas que alternó con una dosis de crítica y reflexión, con temas como “Latinoamérica”, “Guerra”, o “This Is Not América”, donde reivindica a los pueblos originarios, repudia los conflictos armados, y visibiliza las culturas americanas más allá del “imperialismo”, estadounidense.
“En este momento, quiero dedicar estos temas a criticar el exterminio de Palestina en la Franja de Gaza, los conflictos armados en Burkina Faso, las masacres en el Congo, y la guerra en Ucrania”, dijo.
Al final “Fiesta de locos”, contrastó con el tema de despedida “313”, para recalcar sus dos facetas, una amena y festiva, y otra donde reflexiona a la muerte, dedicado a su amiga la violinista Valentina Gasparini fallecida en 2022.
El público por su parte, parecía no esperaba encontrarse con tantos estímulos, pero respondió a todos tal y como René parecía haberlo planeado. Primero reflexionando los introdujo a sus mensajes, luego los puso a brincar, a aplastarse, empujar, a lanzar cerveza a levantar las manos, a gritar y mover la cadera, reír y llenarse de euforia.
Luego bajaron los decibeles, el ritmo, el público terminó abrazado, sentado en sus butacas, contemplando el dibujo proyectado en la pantalla, era el rostro de Valentina, la amiga de René, que al inicio de la canción se dibujaba firme, y terso, y al cerrar el show, se diseminó entre el agua excesiva del pincel, al tiempo que residente desaparecía del escenario, y los músicos apagaban y desconectaban sus instrumentos para terminar.
Mientras, el público intercambiaba reacciones, unos sorprendidos, otros aún eufóricos, otro apaciguados, y otros llorando, algunos envueltos en la bandera puertorriqueña o mexicana, pero eso sí, nadie lucía decepcionado.