Se ha planteado que las personas con autismo serían menos hábiles para reconocer las intenciones maliciosas de los delincuentes, lo que las haría más propensas a caer en estafas o ser persuadidas para participar en actos ilícitos. Sin embargo, los investigadores australianos detrás de un reciente informe afirman que esta idea carece de fundamento.
"Esta suposición no parece sostenerse cuando se examina de cerca, y descubrimos que, en general, los adultos con autismo no son más vulnerables a verse implicados en actividades criminales que los adultos sin autismo", explicó Neil Brewer, profesor de psicología en la Universidad de Flinders en Adelaida y coautor del estudio.
Además, Brewer destacó que las dificultades para entender los pensamientos de otros, comúnmente asociadas con el autismo, no están presentes en todos los adultos autistas. Este estudio, realizado junto a la estudiante graduada Zoe Michael, fue publicado recientemente en la revista Law and Human Behavior.
Brewer explicó que "es común que los abogados defensores, a veces apoyados por testimonios de expertos, argumenten que los adultos autistas tienen dificultades para interpretar las intenciones de los demás, lo cual los hace susceptibles de involucrarse en actividades criminales". Este argumento refleja la creencia de que la falta de habilidad para reconocer las intenciones y emociones ajenas es una característica típica del autismo.
Para investigar esta teoría, Brewer y Michael incluyeron a 197 participantes, 102 de ellos adultos con autismo y 95 sin autismo, en escenarios de juego de roles donde se insinuaban intenciones criminales en la persona con la que interactuaban. Los participantes fueron interrogados en distintos momentos para evaluar su respuesta ante las acciones sospechosas.
"Descubrimos que tanto los adultos autistas como los no autistas respondieron de manera similar a comportamientos sospechosos en diversos escenarios", mencionó Brewer. "Es crucial notar que los adultos autistas no mostraron menores índices de sospecha o respuestas adaptativas en comparación con sus contrapartes no autistas. Tampoco demoraron más en reconocer la posible problemática de la interacción".
Según Brewer y Michael, cualquier persona, sin importar el diagnóstico, puede presentar dificultades para "leer las intenciones de los demás" y reconocer malas intenciones. Sus hallazgos sugieren que la habilidad para interpretar las intenciones ajenas, y no un diagnóstico de autismo, es lo que influye en la vulnerabilidad ante el crimen.
En resumen, la percepción de peligro de cualquier persona puede ser insuficiente frente a alguien astuto, sin que el diagnóstico de autismo sea un factor determinante.
No obstante, Brewer y Michael encontraron algunos casos atípicos: personas con autismo que presentaron mayores dificultades en la interpretación mental que sus pares no autistas, lo cual podría hacerlas más vulnerables. Sin embargo, esto no debería llevar a suponer que cualquier persona con autismo es más fácil de engañar.
"Por lo tanto, en lugar de que abogados y médicos asuman que el autismo conlleva una vulnerabilidad particular para involucrarse en delitos, es importante evaluar formalmente y confirmar si el acusado presenta verdaderas dificultades para leer la mente, lo cual podría haberlo hecho más susceptible", concluyó Brewer.