¿Puede la masculinidad influir en la predisposición a enfermedades cardíacas? Un estudio publicado en JAMA Network Open sugiere que los niños y hombres que adoptan comportamientos más alineados con normas de género tradicionales parecen tener menos probabilidades de reconocer que han recibido un diagnóstico o que están siendo tratados por factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares.
La investigación de la Universidad de Chicago (EE. UU.) indica que las presiones socioculturales para adherirse a la identidad masculina están relacionadas con comportamientos perjudiciales para la salud, como el uso de drogas y el rechazo a tratamientos médicos y recomendaciones. Las enfermedades cardiovasculares continúan siendo una de las principales causas de morbilidad y mortalidad a nivel mundial, a pesar de ser más prevenibles y modificables que muchas otras afecciones.
Es fundamental señalar que la prevención y modificación de estas enfermedades dependen de la detección temprana y la reducción de factores de riesgo como la hipertensión y el colesterol elevado. Lamentablemente, se estima que el 75 % de los adultos jóvenes con factores de riesgo, como hipertensión y colesterol alto, no lo saben, y esta cifra es aún más preocupante entre los hombres.
“Se ha observado que el género masculino está relacionado con una menor búsqueda de ayuda para diversos problemas de salud, particularmente en lo que respecta a la salud mental y la atención primaria. Sin embargo, estudios previos no habían profundizado en los procesos sociales que moldean la masculinidad a través de la interacción entre el individuo y su entorno”, señala Nathaniel Glasser, autor principal del artículo.
En su trabajo, Glasser explica que utilizaron técnicas de medición innovadoras para estudiar la construcción de la masculinidad y su relación con la prevención de enfermedades cardiovasculares. Analizaron datos del estudio Add Health, un proyecto nacional que recopiló información sobre la salud y respuestas a encuestas de más de 12,300 personas durante 24 años (1994-2018).
Los investigadores evaluaron la expresividad de la masculinidad de los participantes, identificando preguntas en la encuesta que mostraron diferencias significativas en las respuestas de hombres y mujeres. Luego midieron en qué medida las respuestas de los hombres coincidían con las de sus pares masculinos.
“Cuando hablamos de expresión de género, no analizamos aspectos fisiológicos relacionados con el cromosoma Y; nos enfocamos en conductas, preferencias y creencias manifestadas por los participantes, y en el grado en que estas se asemejan a las de sus pares del mismo sexo”, aclara Glasser.
En el contexto de las enfermedades cardiovasculares, los investigadores compararon las mediciones biológicas del estudio Add Health con las respuestas de la encuesta de salud para determinar si los hombres con factores de riesgo, como la presión arterial alta, informaron haber recibido diagnósticos o tratamientos para estas condiciones.
El estudio reveló que los hombres que mostraban una expresión de género más estereotipada eran significativamente menos propensos a reportar que un profesional de la salud había hablado con ellos sobre ciertos factores de riesgo cardiovascular. Incluso aquellos que informaron haber recibido un diagnóstico previamente eran menos propensos a indicar que estaban tomando medicamentos para tratar estas condiciones.
Los factores de riesgo considerados en el estudio son los que normalmente se identificarían mediante pruebas de detección en atención primaria. Sin embargo, no está claro si la menor tasa de diagnóstico y tratamiento informados entre los hombres con una mayor expresión de género masculina se debe a que no se hacen pruebas, a que ignoran sus diagnósticos o a que minimizan la importancia de estos al ser cuestionados.
Cualquiera que sea la razón, los hallazgos subrayan una oportunidad perdida para prevenir o manejar enfermedades cardiovasculares graves en etapas posteriores de la vida. “Nuestra hipótesis es que las presiones sociales están generando diferencias de comportamiento que afectan los esfuerzos para mitigar el riesgo cardiovascular, lo cual podría llevar a peores resultados de salud a largo plazo”, señala Glasser.
Finalmente, los autores consideran que las implicaciones de esta investigación trascienden el tema de la masculinidad tradicional. “Estamos observando cómo las presiones para conformarse a identidades, ya sea por género, raza, sexualidad o cualquier otro aspecto, impactan los comportamientos de salud. Adaptarse y encontrar un sentido de pertenencia es un desafío complicado, y creemos firmemente que una mayor comprensión, empatía y paciencia social hacia quienes enfrentan estas presiones sería beneficiosa para la salud de todos”, concluye Glasser.