Escalofrío: Jacinto y su hijo vagan eternamente por las vías del tren

Cerca de la Presidencia Municipal de Ramos Arizpe, a finales de la década de 1950, tuvo lugar un trágico accidente sobre las vías del ferrocarril que cobró la vida de un campesino y su hijo pequeño. Según relatos de algunos ancianos del lugar, la tragedia ocurrió cuando el padre y el niño intentaron cruzar las vías en una noche nublada de invierno, momento en el cual fueron impactados por un tren.

Desde entonces, se dice que las almas del padre y el niño no han podido descansar, como si tuvieran un asunto pendiente. Este trágico evento dejó una profunda tristeza en la comunidad y ha generado un aura de misterio alrededor de lo sucedido, ya que el accidente marcó la vida de quienes residían cerca de las vías.

Jacinto, el campesino, era conocido por llevar semanalmente las hortalizas que cultivaba en su terreno al centro de Ramos Arizpe. En sus viajes, se acompañaba de su hijo de 10 años, quien siempre se mostraba dispuesto a ayudar, aunque a menudo se cansaba y le resultaba difícil seguir el ritmo de su padre.

Una tarde-noche de viernes, tras vender su cosecha, Jacinto se encontró con una densa niebla que limitaba la visibilidad. A pesar de que el tren no pasaba con frecuencia a esa hora, el maquinista siempre utilizaba el silbato para advertir su llegada, y los temblores del tren servían de aviso para quienes intentaban cruzar las vías. Sin embargo, esa tarde, el tren había sufrido una falla mecánica que retrasó su salida por más de dos horas, y al reanudar su trayecto, el maquinista, desorientado por la niebla, no sonó el silbato.

Jacinto, sin saber del peligro, apareció entre las vías y, lamentablemente, fue alcanzado por el tren. Su cuerpo quedó mutilado sobre las vías, y el maquinista continuó sin detenerse. Los vecinos, al escuchar el estruendo, salieron de sus casas y encontraron la devastadora escena que había dejado a la familia de Jacinto en luto.

Lo más impactante fue que, junto a su cuerpo, hallaron un pequeño balero de madera que pertenecía a su hijo y un par de zapatos infantiles, pero no había rastro del niño. Con el paso de los días, los habitantes comenzaron a reportar avistamientos del espíritu de un hombre que deambulaba por las vías, como una sombra que buscaba algo entre las traviesas.

La familia de Jacinto reconoció el juguete, y desde entonces no se supo más del niño. Aún hoy, durante los días fríos de invierno, hay quienes afirman haber visto el espíritu de Jacinto en las cercanías de las vías. Algunos maquinistas han narrado escalofriantes encuentros y experimentado un frío intenso al pasar por la zona, mientras que expertos sugieren que su alma permanecerá atrapada entre este mundo y el otro hasta que encuentre el cuerpo de su hijo, algo que probablemente nunca sucederá.

Muchos de los vecinos decidieron abandonar sus hogares en busca de paz, y las ruinas de algunas casas todavía se pueden ver. Otros, desafiando las leyendas, han construido nuevas viviendas en el lugar donde ocurrió la tragedia. Por ello, los ancianos del lugar advierten: “No camines cerca de las vías en las noches frías… pues el espíritu de Jacinto podría estar esperándote”.

 
 

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