Un balazo le quitó la vista pero no las ganas de vivir

Con 52 años María Magdalena recuerda la sombría noche que su mundo se nubló eternamente.

" Estuve en el lugar no indicado, me dieron un balazo y perdí mi ojo derecho”, exclamó María Magdalena Castañeda con profundo dolor. Corría la noche del 22 de abril del año 2018. María se encontraba en una reconocida taquería ubicada en Obrero Unido, en Praderas, donde se desató una balacera. Una bala perdida la dejó ciega y con fractura de cráneo.

Su destino cambió completamente. De ser una trabajadora y exitosa secretaria bilingüe, con experiencia laboral en el Centro Federal de Readaptación Social (CEFERESO), la Secretaría de Relaciones Exteriores, la Secretaría de Salud, el municipio y otras dependencias, pasó más de tres meses en cuidados intensivos y un año en recuperación. “Me daban por muerta, pero me pude levantar otra vez”.

Ánimos. La inseguridad de aquellos años le quitó por completo las ganas de seguir viviendo, pero una parte de ella se aferró; la oscuridad era el único panorama que podía ver. Con mucho miedo, intentó volver a "vivir". Salió de su depresión y de las tinieblas en las que cayó, para relucir y amar la vida otra vez. Con la motivación de sus amados hijos, Beatriz y José, se aventuró a salir nuevamente a las calles, convirtiéndose en una mujer independiente, capaz y dispuesta a enfrentar riesgos para lograr lo que se propone.

Barreras. Si tiene diligencias que realizar, no duda en abordar el transporte público y llegar a su destino. Subir y bajar puentes peatonales, cruzar avenidas en el centro de Monclova o en el bulevar Pape es algo que le sigue dando miedo, pero no duda en enfrentarlo; orgullosa de sí misma, así se siente.

Logra mantenerse con el apoyo de sus hijos y vendiendo tamales o chorizo que ella misma prepara. “Me dicen que, a pesar de lo que me pasó, estoy consciente. No perdí mis capacidades intelectuales, eso se lo agradezco mucho a Dios y todos los días le doy gracias por estar aquí”. Al mismo tiempo, exclamó la necesidad de aceptación e inclusión en las pequeñas y medianas empresas o negocios, para que más personas en su misma condición puedan salir adelante.

Reflexión. “Si nos ven parados en el borde de la calle, ellos pasan como si nada, a menos que uno les diga: ‘¿Me podrías hacer el favor de ayudarme a cruzar?’ Es así como uno logra que lo volteen a ver; si no, nadie te toma en cuenta”, agregó. María mencionó que en Monclova hace falta empatía y solidaridad; en ocasiones, no encuentra a nadie que le ayude a cruzar la calle y busca la manera de arreglárselas.
“No le tengan miedo a la vida, salgan adelante. Tengan el valor, la fuerza y la fortaleza para salir al mundo. La vida no se acaba, sigue adelante y claro que podemos, así como los que están completos y pueden ver, escuchar y caminar, nosotros también”, compartió.

Virginia González, directora de adultos mayores y personas con discapacidad en el ayuntamiento, detalló cómo la falta de inclusión es un problema global. 
En su gestión, siempre se han dedicado a acercarse a los empleadores para generar oportunidades, mientras intentan erradicar la poca empatía que la comunidad tiene, a través de campañas de reflexión y actividades donde este sector de la población destaca y muestra lo buenos que son.

 

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