Un breve pero escandaloso ultimátum a Dios dictado por la socarrona gente de Castaños.
Escuché un extraño y algo sarcástico comentario en una de las reuniones de la Asociación Estatal de Cronistas e Historiadores de Coahuila, decía Rufino Rodríguez sobre lo irreverente que es la gente de Castaños, nos contaba que a causa de una sequía, sus habitantes habían reclamado a Dios Padre la falta de agua durante una larga temporada, tanto así que el propio alcalde había llegado a amenazar a Dios con severos castigos en caso de que no lloviera en determinados plazos; al final de la junta me acerqué y pregunté a Rufino sobre los orígenes de ese relato, pues se acercaba más a la comedia que a la tragedia, y días después me hizo llegar un libro de su autoría “Notas para la Arqueología de Coahuila”, primera Edición.
Saltillo, Coahuila. 2005, aquí encontramos: Sucedió en Castaños: “Su gente es muy entrona, se dice que no le teme ni a Dios. De esto hay un pasaje histórico que a continuación narraremos.”
“Corría el año de 1883 y el municipio de Castaños había sufrido una sequía que se prolongó por años, debido a ello se promulgó un bando en el periódico La Libertad, quizá de Monclova, en el que se reclama y amenaza a Dios por el mal trato a la buena gente de Castaños.” Rufino toma como fuente el libro “Que Dios se lo Pague” de Editorial Océano de México 2001, de Isidoro Loi, escritor chileno quien recopila en sus libros anécdotas ingeniosas e irreverentes.
“Por tal motivo, cito el texto completo, pues me parece único en su género, y no sería remoto que tal escrito hubiese sido redactado por los masones de la región”. Decreto promulgado en 1883 en el pueblo de Castaños, México:
El alcalde del pueblo y departamento de Castaños.
Considerando: Que el Supremo Hacedor no se ha comportado muy bien en esta provincia y población, toda vez que el año pasado ha caído tan sólo un aguacero, y que en este invierno, no obstante las procesiones, novenas y trisagios, no ha llovido una sola vez, y por consecuencia se ha perdido la cosecha de Castaños, de la que depende la prosperidad de todo el departamento, decreta: Castaños, ciudad en la que cuento con buenos amigos, es un municipio vecino de Monclova, creado el 25 de enero de 1916 por decreto del gobernador Gustavo Espinoza Mireles; fue hacienda desde 1745 y su nombre le viene del sefardita portugués Gaspar Castaño de Sousa, quien tuvo una estancia en este lugar en 1583; Castaño de Sousa fue compañero de Luis Carvajal y de la Cueva, en tiempos de la fundación del Nuevo Reyno de León y la Nueva Almadén en lo que fue después Santiago de la Monclova. A mi parecer ya desde esa lejana época había roces entre Dios y la iglesia con la gente de estos rumbos, ya que la Santa Inquisición, que de Santa no tenía nada, vino a estas latitudes a capturar a Carvajal, acusándolo de no delatar a su familia que acostumbraba algunos rituales ancestrales de la ley de Moisés, llevándolo prisionero con toda la parentela a las mazmorras del Santo Oficio en la capital de la Nueva España, en la hoy plaza de Santo Domingo, siendo uno de los casos más célebres, ya que se dice que trece de sus parientes acabaron en la hoguera, más no don Luis que ha de haber muerto luego de que probaran en su cuerpo los más variados instrumentos de tortura.
Primero. Si dentro del perentorio término de ocho días, a contar de la fecha del presente decreto, no lloviera abundantemente, nadie irá a misa ni rezará oraciones.
Tiempo después, en la dirección municipal de cultura editábamos un periódico mural llamado La Luciérnaga, tratando de promover el gusto por la lectura entre los niños y jóvenes, incluía cuentos, poesía e historias sabrosas, por lo que me pareció adecuado incluir este singular ese relato por lo pintoresco, sólo que antes me pareció prudente sustentar su veracidad.
Con el apoyo de internet lo localicé en el diario La Vanguardia de Barcelona, edición de la tarde, fechado el miércoles 3 de octubre de 1888. Esta publicación catalana narra el mismo pasaje: El Supremo Hacedor, emplazado por un hereje gobernante del norte de México, en el pueblo de Castaños, con la previa introducción:
“Vean nuestros lectores el siguiente bando dictado en plena república mexicana, por una autoridad democrática y por ende obligada a ser muy ilustrada, muy culta y a tener siquiera sentido común.” Y acaba diciendo: “para que el Supremo Hacedor entienda con quién tiene que habérselas, con el alcalde de Castañas, por el cual Cervantes, si viviera, convertiría en terceto el dúo de los alcaldes rebuznadores.”
Segundo.- Si la sequía durara ocho días más, serán quemadas las iglesias y capillas y destruidos los misales, rosarios y cualquier otro objeto de devoción. Meses después, en una de esas noches de vagancia por el ciberespacio, me encontré en mercadolibre.com, con la venta de un periódico editado en Monclova a finales del siglo XIX, se trataba de La Iniciativa, del que sólo teníamos vagas noticias. Con algunas gestiones ante el alcalde de Monclova, Dr. Armando Castro, y con el apoyo del regidor Andrés Ozuna, logramos abrir una ventana a la historia y vida cotidiana de nuestra ciudad, que bajo el polvo acumulado por los años habían quedado en el más oscuro olvido.
La Iniciativa era un periódico semanal, el encuadernado contenía todas las ediciones entre el 12 de marzo de 1882 y el 12 de agosto de 1883, un total de sesenta y ocho ejemplares que aparecieron cada domingo, el semanario constaba de cuatro páginas, o sea que era una hoja impresa por ambos lados doblada por la mitad, cuyo bello y bien conservado original dejé en el Archivo Municipal de Monclova.
El contenido de La Iniciativa estaba dividido en temas como: Condiciones, Editorial, Avisos, Variedades, Gacetilla, Efemérides y Obituarios; la imprenta estaba en la Plazuela de los Santos, hoy plazuela Víctor Blanco, mal llamada plaza de la fayuca en estos días; su administrador lo era don Ramón Múzquiz Castañeda y gracias a este periódico supimos detalles de las reuniones culturales en Monclova promovidas por el Liceo Ocampo; de la bienvenida que se ofrece a un grupo de topógrafos de los Estados Unidos que venían trazando la línea del ferrocarril internacional entre Piedras Negras y Zacatecas, pues intuían que traería una incuestionable mejora y fecundos resultados para esta abatida región del país; también nos enteramos de una enérgica protesta contra el semanario por parte de un articulado Venustiano Carranza de apenas 23 años, que se manifestaba como juez de Cuatro Ciénegas; y para mi sorpresa, mi periódico La Iniciativa dedicaba un artículo al mismísimo decreto que ponía un ultimátum al Supremo Creador de cielo, tierra y aguaceros.