Es de llamar la atención que en el documento de la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, Presidenta Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, titulado los “100 Pasos para la transformación”, del cual ya lo hemos citado anteriormente, dedica un apartado esperanzador sobre “La República de Lectores; Diversidad y patrimonio cultural”. Recordaremos que la característica del documento de “Los 100 pasos…” no es propiamente el Plan Nacional de Desarrollo (PND), por lo que no se trata de una agenda de trabajo del Ejecutivo Federal, sino que son acciones que se propone emprender, sin ser compromisos.
En síntesis, con la República de Lectores se propone realizar las siguientes tareas:
Actualizar las colecciones de libros de las bibliotecas públicas
Generar mecanismos financieros para las bibliotecas públicas
Ampliar la estrategia nacional de lectura
Tasa cero en el IVA para las librerías (lo cual ya existe)
Tarifa especial (reducción) de correos para el envío de libros (para préstamos interbibliotecarios)
Fomentar la campaña nacional para la lectura
Completar la Red Nacional de Bibliotecas Públicas para que todos los municipios cuenten con una biblioteca (cuando menos).
Desde hace 4 sexenios gubernamentales ni el desarrollo de las bibliotecas ni los programas de fomento a la lectura figuraban en la agenda de actividades a realizar. Aunque los enunciados son muy generales y no se comprometen con cifras, pero no deja de ser una muestra de esperanza para trabajar por mejorar la cultura de la población.
Para complementar tales propósitos se deben acompañar por la capacitación y adiestramiento del personal. Para que haya los resultados esperados y para una mejor garantía de un buen aprovechamiento de los gastos e inversiones que se tendrán que realizar, es requisito tener el personal preparado que facilite las labores. Hay que acordarnos que el manejo de las bibliotecas, así como el fomento a la lectura requieren personal profesional que maneje las nuevas tecnologías.
Ahora, si nos ubicamos en la realidad estatal y municipal, lamentablemente no detectamos que haya una comunión de tales tareas que se propone el gobierno federal en la región. ¿Cuántas bibliotecas públicas hay en Monclova, Castaños, San Buenaventura, Nadadores, Sacramento, Cuatro Ciénegas? ¿Cuántos lectores reales hay? ¿Cuántos círculos de lectura existen?
Curiosamente, hay más atención en la promoción de las ferias de libros que en los programas de fomento a la lectura. No son lo mismo. De ninguna manera podemos considerar que la organización de una o dos ferias de libros signifique un desarrollo cultural (las librerías son negocios). Que bien que haya y que se difundan entre la población, pero en realidad son complemento para acercar la lectura a la población. La muy escasa presencia de librerías en la región se compensa con las pocas ferias de libros. Inclusive, a nivel nacional, como sabemos, México no es un país de lectores; estamos muy lejos de llegar a eso (2.5 libros de promedio anual de lectura per cápita). Hay otras prioridades económicas de las familias, que son muy entendibles. Dada la situación económica de la región, es muy comprensible que los libros se encuentran al último en la lista de artículos para comprar. De aquí surge también la importancia del apoyo que se propone el actual gobierno federal para fortalecer las bibliotecas, como soporte para fomentar la lectura.
También, el problema que emerge es que no estamos acostumbrados a usar las bibliotecas. Aquí, la labor de los padres de familia y los maestros deben ser indispensables para promover que los hijos las utilicen. Por ello, la importancia de que en esas tareas que pretende realizar el gobierno se involucre a las sociedades de padres de familia, a los sindicatos docentes, a las autoridades escolares.
Infortunadamente, para los archivistas y museos no hay mención alguna en el programa citado. Los archivos, museos y las bibliotecas van muy de la mano. Los fines son muy similares, aunque la materia prima es diferente. En el gobierno actual el impulso será para las bibliotecas. Es un tanto presuntuoso asumir de que en un sexenio gubernamental vamos a lograr construir una República de Lectores, pero el objetivo es ya de por si un acierto. Falta que los operadores reales, los de abajo, hagan suyo el programa y lo ejecuten tal y como debe ser. La buena intención -al menos- ya está en papel. ¿Sabrán los estados y municipios aprovecharlo?