Alguien debe asumir las consecuencias, y en el caso del "catastrófico debate" de Donald Trump —según Karl Rove, un ideólogo conservador—, los republicanos tienen a una responsable.
Esa persona es Laura Loomer, de 31 años, una activista de extrema derecha conocida por difundir teorías conspirativas y por su influencia en el círculo del candidato republicano.
Después de presentar sus respetos en el memorial de bajo Manhattan por el 23 aniversario de los ataques del 11-S que destruyeron las Torres Gemelas, Trump se sumergió en un acto de populismo en una estación de bomberos cercana, acompañado de Loomer. Esta presencia es comparable a "meter un pulpo en un garaje", es decir, una figura controvertida que ha promovido la teoría falsa de que el 11-S no fue obra de terroristas islamistas, sino de una conspiración interna con participación del FBI, la CIA y hasta de grupos judíos.
Loomer estaba allí, junto a Trump, tomando fotos con bomberos que perdieron colegas en los atentados. Ella viajó con Trump en el avión del día del debate con Kamala Harris y continuó en el mismo avión al día siguiente a Nueva York. Muchos republicanos están preocupados, temiendo que su presencia haya influido en los eventos ocurridos entre los dos vuelos.