Chepo Reynoso acepta que la edad pesa, sin embargo, para él, el boxeo es como un veneno que se lleva en la sangre.
Día de sparring en el Julián Magdaleno y el ambiente de combate se respira desde la banqueta del lugar donde algunos de los boxeadores saltan la cuerda. El gimnasio es pequeño, si uno se asoma, las decenas de púgiles golpeando los sacos y las peras tapan casi por completo el ring que al fondo alberga a dos de ellos propinando golpes el uno al otro. Pero si logras sortearlos, avanzas y entonces está ahí en una de las esquinas José el Chepo Reynoso, mítico entrenador que es famoso por formar a Saúl Canelo Álvarez, pero por el que han pasado miles de jóvenes en busca del sueño del profesionalismo.
La violencia lo llevó a emprender el viaje más emocionante de su vida
La historia del Chepo Reynoso es obra del destino. Dice él que las cosas “pasan para algo y no por algo”, es por ello que agradece el momento en el que tuvo que huir de su natal Moyahua, Zacatecas debido a la violencia, y aunque lo recuerda como uno de los momentos más tristes de su vida, fue también la oportunidad de llegar a Guadalajara, conocer el boxeo y convertirse en la leyenda que ahora mismo representa.
“Yo tenía 11 años cuando contra mi voluntad tuve que salir con toda la familia de allá de mi pueblo de Moyahua, Zacatecas porque hubo una balacera. Se mataron dos familias y fue un ‘desbarajuste’, por culpa de eso tuvimos que salir huyendo. Parecía que iba a seguir la cosa, allá en los pueblos era muy común hace 60 años la gente se mataba, yo no sé, creyendo que iban a ser como Cristo, que iban a resucitar al tercer día y no, mi abuelo hace 60 años que se murió y nunca resucitó”, cuenta Reynoso a ESTO.
¿Cómo llegó Chepo Reynoso al boxeo?
El cambio de ciudad no fue nada sencillo para Reynoso y su familia, de entrada su padre, que era albañil, tuvo que aprender la profesión de carnicero y fue así que el mismo Chepo se dedicó a lo mismo hasta que apareció el boxeo en su destino, y aunque en un principio se negaba a aceptarlo, terminó por entregarle todo lo que ahora tiene.
“Un amigo de mi papá que le gustaba el boxeo y era amigo del Alacrán Torres supo que yo quería aprender boxeo porque en el barrio hay pandillas y me llevó. Fue mi primer encuentro con el boxeo por allá de 1967. Nunca fui boxeador profesional, fui amateur, me casé muy joven y se metieron mis hijos, los empecé a llevar a entrenar y así empezó. Cuando menos pensé ya estaba involucrado con Nacho Silva que fue mi primer entrenador, después estuve con Julián Magdaleno ya como ayudante y entonces ya estaba yo bien involucrado en el boxeo. Al final tuve que dejar todo lo que era mi oficio de la carnicería por una ilusión y nos fue bien. Se involucró también Eddy mi hijo y ya empezamos a fabricar boxeadores y a hacer campeones”, relató.