La Cándida Auris ha captado la atención por su capacidad para provocar infecciones graves en humanos y su notable resistencia a la mayoría de los tratamientos antifúngicos disponibles. Su rápida propagación es especialmente preocupante en hospitales, donde representa un grave riesgo para los pacientes más vulnerables.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) considera a la Cándida Auris una amenaza emergente debido a su rápida diseminación y su alta resistencia a los antifúngicos convencionales. Esta resistencia no solo complica su tratamiento, sino que también dificulta su detección temprana, lo que a menudo retrasa la implementación de medidas para controlarla. La OPS ha emitido alertas epidemiológicas que enfatizan la necesidad urgente de mejorar la vigilancia, el diagnóstico y la prevención de esta infección en las regiones afectadas.
En Estados Unidos, el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) ha reportado un incremento significativo en los casos entre 2020 y 2021, particularmente en centros de salud. La Dra. Meghan Lyman, epidemióloga del CDC, ha señalado que “el rápido aumento y la expansión geográfica de los casos son alarmantes y destacan la necesidad de una vigilancia continua, mayor capacidad en los laboratorios, pruebas diagnósticas más rápidas y el cumplimiento estricto de medidas de prevención y control de infecciones efectivas”.
**Transmisión y vulnerabilidad**
La Cándida Auris se transmite principalmente en entornos médicos, a través del contacto directo con personas infectadas o superficies contaminadas, como equipos médicos. Su capacidad para sobrevivir en superficies durante semanas hace que sea extremadamente difícil de erradicar, incluso con una limpieza exhaustiva.
Este hongo afecta principalmente a personas con sistemas inmunológicos comprometidos o con enfermedades subyacentes graves. Los factores de riesgo incluyen el uso de dispositivos médicos invasivos, estancias prolongadas en unidades de cuidados intensivos y el uso previo de antimicrobianos de amplio espectro. Los síntomas más comunes son fiebre persistente y escalofríos que no mejoran con tratamientos antibióticos convencionales.
Dado que la Cándida Auris muestra resistencia a los tratamientos habituales, la prevención se ha convertido en la herramienta más eficaz para controlar su propagación. Las autoridades de salud recomiendan una estricta higiene de manos y la desinfección regular de superficies en entornos hospitalarios. Para los visitantes, es esencial el lavado frecuente de manos, mientras que el personal médico debe asegurar una limpieza rigurosa del equipo y del área de atención.