Circe Victoria...El último capricho del presidente

México está en medio de un chisme político de proporciones épicas, cortesía de la tan comentada reforma al
Poder Judicial: Un gobierno que decide que es hora de meter mano en el sistema de justicia porque, según
ellos, todo está hecho un desastre. Suena bien.

Pero aquí viene la telenovela.

Empieza con la propuesta de modificar el Consejo de la Judicatura Federal (CJF), ese organismo que se supone mantiene a raya a jueces y magistrados para que no hagan lo que les da la gana.

Pero los detractores ya están levantando la ceja, porque dice que con esta reforma, el Ejecutivo tendría las llaves de la cocina y la tentación de ponerle sal de más a la sopa judicial.

En cristiano: que el gobierno podría apretar a los jueces para que “cooperaran” con sus deseos, echando por la ventana la independencia que tanto cacarean. ¡que desastre!

Pero la cosa no se queda ahí. También se quiere crear nuevos tribunales especializados, como si estuviéramos jugando a armar un rompecabezas con piezas que no encajan.

La teoría suena bonita: más tribunales, justicia más rápida. Pero en la práctica, algunos temen que
estos tribunales terminen siendo el brazo armado del gobierno, listos para meterla la cárcel a quien se atreva a levantar la voz o proteger a los compadres del poder.

¡Cuidado con pedir justicia, porque te pueden salir con una sorpresa!

Y como si eso no fuera suficiente, también está la parte de reducir los sueldos de los jueces. Aquí es donde algunos ya están sacando las palomitas. La excusa es la austeridad, porque claro, ¿quién necesita jueces
bien pagados? La preocupación es que, al reducirles el cheque, lo único que van a conseguir es que los mejores cerebros del derecho huyan despavoridos y lo que quede sea... bueno, mejor no lo decimos.

Imagínate un sistema judicial lleno de gente, sin ganas, ni incentivos. De miedo.

Mientras tanto, las organizaciones internacionales ya están mandando cartas de preocupación, como ese amigo que siempre te dice que te vas a meter en problemas, pero que nunca escuchas.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ya está levantando la mano, recordando que sin una justicia independiente, la democracia es como un castillo de naipes en una tormenta.

Y por supuesto, la sociedad civil no se queda callada.

Abogados, académicos y activistas andan armando foros y protestas, exigiendo que los cambios no se hagan a puerta cerrada.

Lo que piden es simple: que el gobierno no se ponga de creativo y que cualquier reforma se haga con la seriedad que merece.

Porque, al final del día, el futuro de la justicia en México no puede estar en manos de decisiones apresuradas o, peor aún, de caprichos de un solo grupo.

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