Entonces, ¿quién es el verdadero culpable? ¿El oficial que cede ante la tentación del soborno o el ciudadano que lo ofrece?
En Monclova, la corrupción y los sobornos a policías se han convertido en el pan de cada día, un hecho que todos parecen reconocer, pero pocos quieren admitir. Sin embargo, un Policía Municipal de la vieja guardia, ya retirado, arrojó luz sobre una verdad incómoda: la corrupción no comienza en la placa de un oficial, sino en el bolsillo de un ciudadano.
"El ciudadano siempre es el primero en ofrecer", comentó el exoficial, de nombre Marcelino. "Frases como 'ándele mi poli, écheme la mano' o 'déjeme ir y le doy algo' son el pan de cada día. Y, por lo regular, quien ofrece el soborno es quien más mal anda". Según el experimentado policía, aquellos que intentan sobornar son generalmente los que tienen más que ocultar: vehículos sin documentación, impuestos sin pagar o simplemente un deseo de evitar las normas.
Un ejemplo claro de esta situación ocurrió la mañana del martes, cuando un hombre llegó a Seguridad Pública Municipal, visiblemente molesto, para pagar una infracción. Al ser abordado por un reportero de esta casa editora, el hombre no dudó en señalar a los policías como "corruptos", acusándolos de no aceptar su oferta de 100 pesos para dejarlo ir, y de haberle quitado su automóvil "sin razón".
Sin embargo, la realidad era otra. Al preguntársele a los oficiales sobre el motivo del aseguramiento del vehículo, explicaron que, para levantar una infracción, deben recoger como garantía una licencia, tarjeta de circulación o placa. El hombre, como admitió, no contaba con ninguna de estas, y en su desesperación, intentó sobornar a los policías.
Según el Programa Nacional de Combate a la Corrupción y a la Impunidad y de Mejora de la Gestión Pública 2019-2024, así como el Código de Ética de la Administración Pública Federal, la corrupción es el abuso de cualquier posición de poder, público o privado, con el objetivo de generar un beneficio indebido a costa del bienestar colectivo o individual. En términos más simples, la corrupción es la utilización de un cargo público o privado para lograr un beneficio, ya sea para uno mismo o para terceros.
Entonces, ¿quién es el verdadero culpable? ¿El oficial que cede ante la tentación del soborno o el ciudadano que lo ofrece? Tal vez la respuesta no sea tan simple como parece, pero lo que es seguro es que la corrupción no es unidireccional. Es un juego de dos, y en Monclova, parece que ambos jugadores están demasiado dispuestos a participar.