La pandemia de COVID-19 ha dejado una marcada influencia en la percepción pública de las vacunas, un fenómeno que preocupa a los expertos en salud en toda la región. Roberto Debbag, vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Vacunas, señaló que la confianza en las vacunas, previamente sólida, se ha visto severamente afectada por la desinformación que ha circulado durante y después de la pandemia.
Este problema no solo impacta la lucha contra el COVID-19, sino que también amenaza la eficacia de los programas de inmunización para otras enfermedades.
En el 21º Seminario Latinoamericano de Periodismo de Ciencia y Salud, organizado por la farmacéutica MSD en la Ciudad de México, Debbag presentó un análisis sobre cómo ha cambiado la percepción de las vacunas en tres fases clave: antes, durante y después de la pandemia.
Según Debbag, en 2019, antes del inicio del virus, la población tenía una percepción positiva de las vacunas. Las campañas de vacunación contra enfermedades como la poliomielitis y el sarampión contaban con un alto nivel de aceptación, y la efectividad de las vacunas era ampliamente confiable.
Sin embargo, el escenario cambió drásticamente con la pandemia. Durante este tiempo, surgió una creciente incertidumbre sobre la eficacia de las vacunas, no solo contra el COVID-19, sino también contra diversas enfermedades.
La polarización política en muchos países también jugó un papel importante en el deterioro de la confianza pública. Aunque algunas personas recuperaron parte de su fe en las vacunas al observar que quienes estaban vacunados tenían menos probabilidades de morir por COVID-19, las dudas y el escepticismo se habían afianzado.
En la etapa post-pandemia, la situación no ha mejorado mucho. Debbag observó que muchas personas comenzaron a confiar más en la inmunidad adquirida por infección natural que en la protección ofrecida por las vacunas. Esta percepción, impulsada por la fatiga pandémica y una menor percepción de riesgo frente a nuevas variantes del virus, ha afectado la confianza no solo en las vacunas contra el COVID-19, sino en la vacunación en general.
Uno de los aspectos más preocupantes mencionados por Debbag es el impacto de la desinformación. La propagación de información falsa a través de redes sociales y el surgimiento de líderes antivacunas han contribuido a la disminución de la confianza en las vacunas. Esto es particularmente alarmante en un momento en que el mundo enfrenta nuevas variantes del virus, como la K.P.3.1, que se propaga rápidamente en países como Estados Unidos, con más de 200,000 casos nuevos diarios, incluso entre personas vacunadas.
En América Latina, la situación es aún más grave. Con bajos niveles de vacunación y escasez de biológicos disponibles, la región está en una posición vulnerable frente a posibles nuevos brotes de COVID-19 y otras enfermedades prevenibles por vacunas. Debbag hizo un llamado urgente a la población, asociaciones civiles y personal médico para promover información verificada sobre las vacunas, subrayando la necesidad de restaurar la confianza pública en estos productos.
El impacto de la desinformación no debe ser subestimado, ya que podría llevar al resurgimiento de enfermedades que casi se habían erradicado, como el sarampión y la poliomielitis. Por ello, es crucial que tanto gobiernos como organizaciones de salud redoblen sus esfuerzos para combatir la desinformación y fomentar una cultura de confianza en la ciencia y la medicina.