A más de 10 años de aprobada la ley que legaliza la comercialización, el sistema funciona mal
Matías se inscribió en el registro uruguayo para comprar marihuana en farmacias hace solo dos meses. Lo que buscó ser una solución, se convirtió en un problema; en realidad en un nuevo problema para él. Ya que en estos dos meses solo una vez logró comprar una bolsita de cinco gramos en una farmacia del centro de Montevideo, después de perder tiempo consultando en varias de forma directa y también en la web que existe para reservar de forma digital.
Matías suele consumir marihuana que le dan amigos que están registrados en clubes o que también compran en farmacias. Pero la rutina de “estar siempre mangueando es un embole”, admite este joven de 28 años. Más cuando él puede pagar por flores de cannabis de calidad. En la farmacia el precio cambia según la variante, pero la más cara sale 500 pesos uruguayos (casi 236 pesos mexicanos) por bolsa.
La realidad de Matías es la misma de muchas otras personas: el sistema legal que se inventó en Uruguay es complicado para el consumidor. Más de 10 años después de aprobada la ley que era parte de una batería de medidas para combatir la inseguridad y el narcotráfico y ocho desde que el sistema está vigente, la marihuana llega un día a la semana a las farmacias -en la zona sur del país es los martes- y ese mismo día se acaba. Daniel Radío, secretario general de la Junta Nacional de Drogas (JND), reconoce el problema: “Si tuviéramos más capacidad de producir seguro que venderíamos más, eso está claro”
La venta aumentó cuando se incorporó la nueva variedad Gamma, que tiene un 15% de Tetrahidrocannabinol (THC), mientras que las dos variedades que circularon desde un inicio, Alfa y Beta, tienen un porcentaje menor al 9%. La Gamma se considera una variedad con efecto psicoactivo alto, mientras que las otras dos se catalogan como “medio/bajo”, según el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Ircca).
O sea, la Gamma “pega más” pero a la vez es muy difícil de conseguir, dicen consumidores consultados por El País. Por eso, siguen cayendo en el “mercado gris”, ese donde se compra en forma ilegal marihuana cultivada legalmente en los clubes o por autocultivadores. O la otra, que muchos no quieren, es tener que comprar en una boca, donde además venden todo tipo de sustancias: cocaína, pasta base o drogas sintéticas.
Dos dueños de farmacias que dispensan cannabis en Montevideo dicen a El País que ahora hay más consultas y que muchas veces tienen que dejar de atender el teléfono: “No se puede trabajar, te enloquecés”. También explican que no siempre llegan las mismas cantidades y que tienen que dar la cara por un problema de stock que les excede.
El País intentó consultar a propietarios de farmacias del interior, pero no respondieron. Llamadas cortadas en el acto, o respuestas tajantes: “No estoy autorizada para dar información” o, peor aún, “no sé por qué llaman, no te vamos a decir nada, no queremos hablar”.
La falta de stock llevó al Ircca a realizar un llamado para nuevas empresas interesadas en producir cannabis recreativo. Hoy hay tres en funcionamiento: Faises (la única que queda del primer llamado, hecho en 2015) y dos del segundo llamado, en 2019, Legiral y Jabelor.
Este tercer llamado busca aumentar la capacidad de producción, pero esto va a llevar un tiempo. Una vez que pasen los trámites, las plantas tendrán que comenzar su proceso biológico, se estima que recién en diciembre de 2025 estarán listas para ser vendidas (y fumadas).
Pero antes de eso hay más noticias. Con los actuales proveedores, las tres empresas que funcionan en un predio estatal cerca de la ciudad de Libertad en San José, habrá a fin de año una nueva variante, adelanta Radío a El País, que tendría un THC alto, con más “pegue” incluso que la variante Gamma.
A pesar de todos los problemas, los datos del Ircca muestran cómo año a año crece la cantidad de consumidores registrados y también aumenta la producción, pero a una velocidad más lenta. El año pasado se produjeron 2 mil 767 kilos; es la primera vez que se pasa el límite de las dos toneladas anuales, cuando cada una de las empresas tiene como máximo esa producción autorizada. Pero ni todas juntas lo habían logrando hasta ahora.
Ingenieros agrónomos que trabajan en las plantaciones de cannabis recreativo explican que la producción no es mayor porque se necesita un tiempo para aprender el comportamiento de la planta. Además, hay que tener en cuenta que todo se realiza en invernáculos y se cosecha muchas veces en “contraestación”.
Hay una curva de aprendizaje, lo que les lleva realmente a saber qué hay que hacer con la planta y cuánto tiempo se tiene que secar. Ese proceso específico lleva tiempo y lo da la experiencia.