Necesario combatir clericalismo: Vera

En esta parte de la conversación, fray Vera López se refiere a la necesidad de combatir el clericalismo en la Iglesia Católica.

Saltillo, Coahuila, MÁS. – Teniendo de fondo el melódico repiquetear de las campanas de la Catedral de Santiago, y su ya semivacía taza de café a un costado, Don Raúl suelta una sonora carcajada ante una pregunta que evidentemente le parece graciosa:

¿Hay algo que usted quiera decir a la grey, sobre todo a aquellos que extrañan que ya no esté al frente de la diócesis?

En tono menos divertido, responde: “Pues que les mando muchos saludos y un agradecimiento muy grande a todos los que conforman la diócesis. Les agradezco toda la aceptación tan noble que tuvieron con las iniciativas de la diócesis».

“Yo, sinceramente, estoy mucho muy agradecido porque pudimos caminar y hacer que se quedara un proyecto (en favor de los pobres), que considero muy serio, pues está concebido en el espíritu del Concilio Vaticano II”.

En esta parte de la conversación, fray Vera López se refiere a la necesidad de combatir el clericalismo en la Iglesia Católica.

De paso, exalta la teología de la liberación, que lejos de representar un movimiento revolucionario, simplemente se refiere a que los clérigos se vuelvan a los principios fundamentales del Evangelio de Jesucristo.

“En el juicio final, alertó, nos van a preguntar acerca de lo que Cristo espera de nosotros. Cuando venga ´el hijo del hombre´, como dice la Biblia, a juzgar al mundo, al final de los tiempos, va a dividir en dos partes a la humanidad”.

“Y les va a decir a los de su derecha: ´vengan, benditos de mi padre’ porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estaba desnudo y me vistieron, estaba encarcelado y me fueron a ver’, y también dijo: ´estaba de forastero (o fui migrante) y me hospedaron´. Ese va a ser el juicio final”.

Se trata de que, “en el trabajo eclesial, incorporemos a los más pequeños –subraya–, es algo que está implícito en el Evangelio… primero que nada, incorporar a los pobres, a los que han sido segregados; esto es lo primero que tenemos que hacer”.

“Con esto estamos enseñando a la sociedad que no pueden ponerse en el plan o creer que, porque yo soy el presidente municipal, esto o lo otro, ¡no, señor, si tú no incorporas a la ciudadanía, no vas a saber gobernar, mijito!”.

La polarización existe porque los potentados generalmente consideran a lo pobres como ciudadanos de segunda, observa.

El dominico toca enseguida un tópico muy sensible sobre el comportamiento, pasado y presente, de algún segmento del sacerdocio: el clericalismo.

De esto ha hablado el Papa Francisco, y consiste en que “entre nosotros (los clérigos) hay quienes nos gusta pertenecer a una clase social que consideramos superior a la demás gente”, detalla el predicador.

Hay sacerdotes que llegan al extremo de justificarse, diciendo: “mis manos están consagradas para el cáliz”, nada más, comenta.

“Si yo me considero superior al resto, entonces pienso que debo tener trato con los empresarios, claro, tengo que tener trato con los políticos”, recalca.

No falta quien piense que, por su posición en la jerarquía eclesiástica, está condiciones de relacionarse “al tú por tú” con la clase alta, de ahí la razón por la que a veces la iglesia no hace justicia a los pobres.

La oposición al clericalismo viene de la defensa de los pobres, propia de la teología de la liberación, abrazada por CEPAL, sobre todo desde su conferencia en octubre de 1968, donde se hizo la opción preferencial por los pobres, explica el clérigo.

A continuación, refuerza su posición citando otra porción bíblica: “Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos”.

Rechaza la versión de que dicha teología es revolucionaria, ya que simplemente se trata de “desmontar el clericalismo en la iglesia”.

Esta hace “entender y volver al Evangelio”, que a su vez considera que todos tenemos la misma dignidad, “que todos debemos ser tratados por igual y que tenemos derecho a una vida digna”, lo cual no significa necesariamente vivir en el lujo.

El obispo emérito da un nuevo sorbo a su café y, en medio de aspavientos, rememora: “La opción por los pobres yo ya la había asumido desde la primera diócesis donde serví, porque esa región era toda pobrísima. Por cierto, pasé años sobre una mula, recorriendo la sierra de Guerrero.

“Ahí aprendí que los principales agentes de la construcción de esa diócesis iban a ser los mismos pobres.

“Ahí tuve un ejercicio muy fuerte, que después me sirvió en San Cristóbal de las Casas, donde abiertamente se había hecho la opción preferencial por los pobres.

“Cuando yo llegó aquí (a Saltillo), ¿quiénes eran los que tenían que trabajar? Pues también los pobres”.

En Coahuila se logró “hacer participar a los hermanos campesinos, de los barrios”, algo que, hasta hace algunos años, estaba en cierto modo vetado por Roma.

Así pues, aquí “el plan se construyó desde el pueblo, igual que lo hicimos en Ciudad Altamirano”. Así que Saltillo es precursor en tal sentido, ya que “¡esto es precisamente lo que ahora le está pidiendo el Papa a todas las diócesis!”.

Trabajar organizadamente por los pobres y procurar la sinodalidad de la iglesia, automáticamente “les da voz a todos y los hace participar a todos”.

“Si porque somos obispos, porque estamos en la cúspide, pretendemos que de nosotros salga todo y que nosotros podamos hacer libremente lo que se nos ocurra, en un método sinodal, que es el que está pidiendo el Papa ahora, tienes que escuchar la voz de todos”, refiere Vera López, en su afán de convencer de que es necesario reorientar o confirmar la vocación altruista de la iglesia.

Ya quedó atrás aquello de “vamos a hacerlo así porque yo dirijo la diócesis”, ahora “la gente tiene que ser escuchada por la sencilla razón de que ellos son quienes finalmente hacen las cosas”.

Más adelante, monseñor Raúl Vera respondió a una serie de preguntas en cascada.

¿En su ministerio que lo pone contento?

Todo. Por ejemplo, los logros, como cuando concretamos un proyecto pastoral o hacemos algo que va a dejar a largo plazo un bien, y que va a seguir trabajando como fermento. Eso es.

¿Qué lo pone triste?

Todo el sufrimiento de los pobres; todas las flaquezas que tiene la vida política en nuestro país. Eso sí entristece

¿Vamos bien en el abatimiento de la pobreza?

No, falta muchísimo. Por ejemplo, el salario mínimo todavía está muy lejos de permitir que cumplamos con las obligaciones que tenemos desde el aspecto civil para que las familias se desarrollen, vivan bien, coman bien, la mamá que está embarazada. Hay muchísimos casos de niños que nacen sin suficiente alimentación y que, al no tener un desarrollo normal, padecerán problemas para su desarrollo intelectual y académico.

¿Qué es lo que más lo indigna, además de ver situaciones de pobreza?

La mentira y la hipocresía, cuando algunos saben que están hablando cosas que no son verdaderas. Estamos hablando de la gobernanza. Y que falta mucho, pero mucho por hacer. Y dices tú, ya se sienten bien porque más o menos lograron algo, pero volviendo al salario mínimo, el cual se alaba tanto, todavía falta mucho, en comparación con las clases sociales más altas, con tantos privilegios. La riqueza sigue concentrada en unas cuantas manos.

¿Cómo visualiza el final de su carrera?

Yo, sinceramente, siempre me veo delante de Dios. No solo es el hecho de detenerme y decir ya lo logré. Yo le doy gracias a Dios que acostumbro a hacer examen de conciencia.

¿Aspiraría usted a una canonización?

¡Nombre, ni loco! No-no-no-no, ja ja ja.

¿Qué piensa de eso? ¿Habrá quiénes no lo merecen?

Eso solo Dios lo juzga. No soy Dios. Normalmente, las canonizaciones son ejemplos de vida, son para el bien de la sociedad… Siempre tenemos referentes mucho más profundos que nuestras propias vidas.

 
 
 
 

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