La muerte de un ser querido acelera el envejecimiento

La pérdida de un ser querido, como un familiar, puede acelerar el envejecimiento. Un estudio reciente de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia y el Centro de Envejecimiento Butler Columbia (EE.UU.) encontró que las personas que perdieron a un padre, pareja, hermano o hijo mostraban signos de una mayor edad biológica en comparación con quienes no sufrieron tales pérdidas.

Esta investigación se publica en 'JAMA Network Open'.

El envejecimiento biológico se refiere al deterioro gradual del funcionamiento celular, tisular y orgánico, lo que aumenta el riesgo de enfermedades crónicas. Los científicos miden este envejecimiento utilizando marcadores de ADN conocidos como relojes epigenéticos.

"Pocos estudios han investigado cómo la muerte de un ser querido en diferentes etapas de la vida afecta estos marcadores de ADN", señala Allison Aiello, autora principal del estudio. "Nuestro estudio muestra fuertes vínculos entre la pérdida de seres queridos a lo largo de la vida, desde la infancia hasta la adultez, y un envejecimiento biológico más rápido en EE.UU.".

El estudio sugiere que el impacto de la pérdida en el envejecimiento puede manifestarse mucho antes de la mediana edad y contribuir a las diferencias de salud entre grupos raciales y étnicos.

Los investigadores utilizaron datos del Estudio Longitudinal Nacional sobre la Salud de Adolescentes y Adultos, iniciado en 1994-95, que siguió a los participantes desde la adolescencia hasta la edad adulta.

Para medir la pérdida familiar durante la infancia o adolescencia, el equipo de Aiello monitoreó a los participantes a través de varias fases y períodos de envejecimiento. La primera encuesta incluyó a 20,745 adolescentes de entre 12 y 19 años. Desde entonces, se ha seguido a los participantes. La fase V, realizada entre 2016 y 2018, completó entrevistas con 12,300 de los participantes originales. En esta fase, se invitó a los participantes a un examen domiciliario adicional donde se recolectaron muestras de sangre de casi 4,500 voluntarios para pruebas de ADN.

Aún no se comprende completamente cómo la pérdida conduce a una mala salud y mayor mortalidad.

El estudio analizó las muertes experimentadas durante la infancia o adolescencia (hasta los 18 años) y la edad adulta (de 19 a 43 años), así como el número de muertes cercanas experimentadas en este período.

Los datos del envejecimiento biológico se evaluaron a partir de la metilación del ADN de la sangre usando relojes epigenéticos.

Los resultados mostraron que casi el 40% de los participantes experimentó al menos una pérdida en la edad adulta entre los 33 y 43 años. La pérdida de los padres fue más común en la adultez que en la infancia y adolescencia (27% frente a 6%). Una mayor proporción de participantes negros (57%) e hispanos (40%) experimentaron al menos una pérdida en comparación con los participantes blancos (34%).

Algunas etapas de la vida pueden ser más vulnerables a los riesgos de salud asociados con la pérdida, y la acumulación de pérdidas parece ser un factor significativo.

Las personas que experimentaron dos o más muertes tenían edades biológicas más avanzadas según varios relojes epigenéticos. Experimentar dos o más muertes cercanas en la edad adulta estaba más fuertemente vinculado al envejecimiento biológico que experimentar una sola pérdida, y significativamente más que no sufrir ninguna pérdida.

"La relación entre la pérdida de seres queridos y los problemas de salud a lo largo de la vida está bien establecida", asegura Aiello. "Pero algunas etapas de la vida pueden ser más vulnerables a los riesgos de salud asociados con la pérdida, y la acumulación de pérdidas parece ser un factor significativo".

Por ejemplo, perder a un padre o hermano en una etapa temprana de la vida puede ser muy traumático y derivar en problemas de salud mental y cognitivos, mayores riesgos de enfermedades cardíacas y una mayor probabilidad de muerte prematura. Por otro lado, la muerte de un familiar cercano a cualquier edad plantea riesgos para la salud, y las pérdidas repetidas pueden aumentar los riesgos de enfermedades cardíacas, mortalidad y demencia, con repercusiones que pueden persistir o hacerse evidentes mucho después del suceso.

Los investigadores enfatizan que, aunque la pérdida a cualquier edad puede tener impactos duraderos en la salud, los efectos pueden ser más graves durante períodos clave del desarrollo, como la infancia o la adultez temprana. "Todavía no entendemos completamente cómo la pérdida conduce a una mala salud y mayor mortalidad, pero el envejecimiento biológico puede ser un mecanismo, como sugiere nuestro estudio. Las investigaciones futuras deberían centrarse en encontrar formas de reducir las pérdidas desproporcionadas entre los grupos vulnerables. Para quienes experimentan una pérdida, es esencial proporcionar recursos para afrontar y abordar el trauma", concluye Aiello.

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