Mariele Montilla Solís, su esposo y tres de sus hijas de dos a seis años de edad, se tiraron al suelo el lunes por la noche, durante los enfrentamientos entre los criminales en la comunidad El Caracol, municipio de Amatenango de la Frontera, porque temían por su vida.
"Tuvimos que meternos abajo de las camas", asegura Mariele de 32 años, que llegó con tres de sus hijas a Plan de las Vigas, donde permanecen 20 mexicanos, la mayoría de mujeres. Su cónyuge, Julio López González, de 31 años se quedó en el poblado Oaxaqueño, en casa de familiares.
Al amanecer del martes 23 de julio, cesaron los enfrentamientos sobre la carretera federal 201, momento que los habitantes del Caracol aprovecharon para acordar que debían dejar el poblado, pero no podían ir a Frontera Comalapa, ni a Motozintla, donde seguían los enfrentamiento, por lo que la única opción era ascender por las montañas de Guatemala.
Después de tres horas de caminata, Mariele llegó a Plan de las Vigas, para alojarse en la casa de Siloé Pérez González, pero Julio López González, lesionado en un pie por un accidente que sufrió en su motocicleta, el 30 de junio, en la carretera a Motozintla, se quedó con familiares en la aldea Oaxaqueño.
Mariele llegó con las niñas Karla, de dos años; Mrlosa Nicol, de cuatro; y Mabel Juliana, de seis a la casa de Siloé, pero el jueves por la tarde tuvo que viajar a la cabecera municipal de Cuilco, a más de dos horas y media de distancia.
Su hija Melisa Nicol tenía fiebre, por lo que una ambulancia de la Cruz Roja de Guatemala la llevó a una clínica de la cabecera municipal de Cuilco, para que le retiraran un punto de la cirugía que le realizaron cuando ese 30 de junio entró al hospital, pero no pudieron hacerlo, porque se había infectado. Lo que si consiguieron los médicos fue bajarle la fiebre a la niña.
El viernes al mediodía, Mariele abrazó a las otras dos niñas en Plan de las Vigas. Karla de dos años, que se recupera de una lesión en un pie provocada por la caída de una roca cuando jugaba en el patio de su casa.
En la casa de Siloé, los 20 mexicanos sobreviven con caldos de hierbas y frijoles que algunos vecinos del pueblo han obsequiado.
Melina Martínez López, de 28 años y su madre, Lucinda López González, de 67 años, dice que cuando dejaron su casa en México Nuevo, de Amatenango de la Frontera, su hermano Elías, de 39 años, dejó amarrado uno de los dos perros que tienen, porque creyeron que regresarían al siguiente día.
La mujer llora cuando recuerda que en su casa dejó 20 gallinas y dos guajolotes, que quedaron sin alimentos. "Me da tristeza que se hayan quedado mis animales, sin nada de alimentos".
A cuatro días que salió de su comunidad, Melina no sabe cómo se encuentran sus pertenencias de su casa que se ubica a 800 metros de la carretera federal 201. "El gobierno nada hace por nosotros", lamenta.