El presupuesto es limitado y la hora de entrenamiento en aguas bravas cuesta entre 20 y 40 dólares
Son las 11 de la noche en algún lugar de Estados Unidos. Un oficial toca la ventana de su auto y Sofía Reinoso se encoge de hombros, la piel se le pone chinita, atemorizada, baja el vidrio. “No puede dormir aquí”, le dice el hombre que alumbra con una lámpara. La atleta mexicana, que compite en canotaje slalom en Paris 2024, asiente con la cabeza, arranca su vehículo para, una vez más, pasar la noche en el estacionamiento del Walmart.
“Algunas veces me han corrido de donde me he quedado a dormir, he tratado de quedarme en el estacionamiento del lugar donde está la pista. Esa vez, a las 11 de la noche, pegan en el cristal. Cuando pasó eso, pensé: ‘voy a salir en las noticias’ (sonríe). Bajo el cristal y un policía me dice que ahí no podía estar, entonces mejor me voy al estacionamiento del Walmart”, dice Sofía Reinoso a bordo del Ride a París.
A Sofía Reinoso no le salen las cuentas. Entonces, tiene que elegir entre pagar por entrenar o costear el hospedaje, no duda en elegir la ruta que la llevó a sus segundos Juegos Olímpicos. El presupuesto es limitado y la hora de entrenamiento en aguas bravas cuesta entre 20 y 40 dólares, por lo que adapta su auto como una casa de campaña, reclina los asientos de la parte de atrás y tiende una colchoneta. En un sleeping bag, en un estacionamiento, sueña con ganar una medalla en París 2024.