Confían en que el huracán se degrade hasta convertirse en una tormenta como las que caen habitualmente.
En Chetumal, Quintana Roo, no hay miedo de que el huracán Beryl arrase con hogares, negocios y lastime a personas pues confían en que se degradará hasta convertirse en una tormenta como las que caen habitualmente, por ello las actividades de prevención transcurren en lentitud y tranquilidad.
Hasta la tarde de ayer, por el malecón aún paseaban varios turistas. Las tiendas y centros comerciales lucían tranquilos, sin las largas filas generadas por las compras de pánico. Los residentes de la ciudad aún celebraban fiestas en los parques, se refrescaban con una cerveza afuera de sus casas decididos a dejar para hoy el reforzamiento de sus vidrios, paredes y techos, la búsqueda de refugio y la compra de insumos para resistir el paso del fenómeno meteorológico.
“Sí nos da miedo, pero ¿qué podemos hacer? Tenemos que resistir. Habrá que prevenir, sí, pero no hay que tener miedo, acá siempre pasa y siempre nos inundamos, uno, dos metros, ya estamos acostumbrados. No tengo miedo y aunque lo tenga, el huracán va a venir”, dijo Silverio Rodríguez mientras pintaba la reja del embarcadero de Chetumal.
En hoteles y restaurantes el sentimiento de alerta no es diferente. Las ventanas fueron protegidas con cinta canela ayer por la mañana y hoy los techos se retiraron para evitar que el ventarrón los levante.
“Viene fuerte, pero tenemos la cultura de prevenir porque es una zona donde esto pasa seguido, hay inundaciones, entonces es solo prevenir y muchos piensan que a la mera hora se va a desviar”, agregó Silverio.
En el restaurante Ámbar del mar los comensales y personal que atiende el negocio también manejan con calma la llegada de Beryl. Dicen que los vientos no serán tan fuertes como se cree y se mantienen optimistas ante un eventual desastre.
Francis Hernández, dueña del lugar, es originaria de la Ciudad de México y, según comentó, en los 20 años en que ha vivido en el centro de Chetumal las tormentas han sido benévolas con la ciudad y por este motivo esperará a percibir la fuerza de los vientos para desmontar la parte de su comedor que está sobre el brazo de agua de la península.
Sin embargo, los habitantes de Chetumal temen más a la lluvia que a los vientos pues las precipitaciones de la semana pasada llenaron sus casas de hasta un metro de agua y dañaron sus muebles. Además, el drenaje sigue tapado, hecho por el que temen que sus casas vuelvan a llenarse con las tormentas del huracán.
“Los drenajes están tan tapados que hasta los cocodrilos suben a la calle cuando crece el nivel del agua. El problema aquí no es que se vuelen los techos de las casas sino que el agua sube y la mayor parte de la gente pierde sus casas, pero esperamos que todo quede en una tormenta”, explicó Francis.