España, poco a poco y con buena letra, ya se ha ganado el derecho a ser considerada en la Eurocopa. Entre aspirante y candidata, la Roja alcanzó los cuartos de final con un ejercicio de superación frente a Georgia, que se avanzó sin saber exactamente cómo en el marcador, soñó con dar la que habría sido mayor machada de su historia... Y acabó rendida a la evidencia. Remontada solvente, fútbol claro y goleada (4-1) indiscutible.
Ya le espera Alemania, el viernes, en un cruce que se aventura enorme y monumental. La anfitriona, sudorosa ante Dinamarca, enfrentada a España, la mejor selección vista hasta hoy en el torneo, acaso rivalizando con la sorprendente Austria que el martes cerrará los octavos de final contra Turquía.
La lógica es la lógica y ante ello nada pudo hacer la animosa Georgia, que se encontró con un gol a favor producto de la electricidad de Kvaratskhelia y la fortuna tras el centro de Mikautadze, rebotando el balón en el costado de Le Normand para sorprender a Unai Simón. No se había llegado a los 20 minutos de juego y tal como Suiza había echado a la campeona Italia, podía suponerse que el equipo de Sagnol hiciera lo propio con España. O, al menos, la hiciera sufrir tanto como Eslovaquia puso de los nervios a Inglaterra unas horas antes.
¿La diferencia? Inglaterra sabe lo que quiere, pero no tiene idea de cómo hacerlo mientras que España tiene un plan claramente diseñado. A De la Fuente le gusta explotar el ataque por las bandas, pero puede, también, regalar protagonismo al juego por el interior, donde Rodri ha encontrado a un socio enorme en Fabián Ruiz.
Y España, por debajo en el marcador, no perdió los nervios ni mucho menos la paciencia, sabedora de que su superioridad tenía, por fuerza, que acabar dándole el premio de la victoria. Rodri, ya antes del descanso, neutralizó la ventaja georgiana con un estupendo remate ajustado y Fabián Ruiz, al poco de comenzar el segundo tiempo, consumó la remontada con un magnífico cabezazo... Al servicio, mayúsculo, de Lamine Yamal.