El hígado graso, también conocido como esteatosis hepática, es una condición cada vez más común en la actualidad. Se caracteriza por la acumulación excesiva de grasa en las células del hígado, lo que puede ocasionar serios problemas de salud si no se detecta y trata a tiempo.
Lo preocupante de esta enfermedad es que, en sus primeras etapas, suele ser asintomática. Esto significa que muchas personas pueden padecerla sin siquiera saberlo, lo que dificulta su diagnóstico precoz y oportuno.
Sin embargo, existen algunas señales que pueden alertar sobre la presencia de hígado graso. Prestar atención a estos síntomas silenciosos puede ser crucial para prevenir complicaciones graves y mejorar la calidad de vida.
Cansancio inexplicable: Uno de los síntomas más comunes del hígado graso es la fatiga constante, incluso después de haber descansado lo suficiente. Esta sensación de agotamiento puede dificultar la realización de las actividades cotidianas y afectar significativamente el bienestar general.
Molestias abdominales: Es posible experimentar dolor o molestias en la parte superior derecha del abdomen, justo debajo de las costillas. Este dolor puede ser agudo o sordo, y empeorar después de consumir comidas grasosas o abundantes.
Pérdida de apetito y peso: La enfermedad del hígado graso puede provocar una disminución del apetito y una pérdida de peso sin realizar cambios en la dieta o el ejercicio. Esto se debe a que el hígado graso puede interferir con la capacidad del cuerpo para absorber los nutrientes de los alimentos.
Náuseas y vómitos: En algunos casos, el hígado graso puede causar náuseas y vómitos, que pueden ser leves o severos. Estos síntomas suelen presentarse junto con otros como dolor abdominal o pérdida de apetito.
Otros posibles indicadores: Algunos pacientes también pueden experimentar ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos), picazón en la piel, hinchazón abdominal y confusión mental.