Hubo un día en el que sucedió lo impensado: El deporte se detuvo.
Fue marzo de 2020, cuando la amenaza del Covid-19 apagó las luces de casi todos los escenarios deportivos en el mundo, y en medio del desconocimiento sobre lo que podría suceder, la humanidad vivió un parón jamás visto, quizá solo parecido a lo que sucedió ocho décadas por la Segunda Guerra Mundial.
Cuando los escenario volvieron a encenderse, el deporte ya era diferente.
Una parada tan repentina de la actividad deportiva atenta contra las capacidades físicas de los deportistas, las planeaciones de las ligas y clubes, la pasión de los aficionados y, sobre todo, contra el negocio que mueve la razón del profesionalismo.