La obesidad, un flagelo que acecha a millones de mexicanos, ha alcanzado proporciones alarmantes, posicionando al país como el quinto en prevalencia mundial, según revela el Atlas Mundial de la Obesidad. Detrás de esta estadística desalentadora se esconde una red de consecuencias devastadoras, entre ellas, un incremento significativo en el riesgo de enfermedades renales, advierten especialistas.
El doctor Sergio Hernández, experto en nefrología, destaca que la obesidad no solo representa un problema estético, sino que también actúa como un desencadenante silencioso de enfermedades renales, afectando a aproximadamente 11 millones de personas en México.
Según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2021, el grupo de edad entre 30 y 39 años es especialmente vulnerable, con un alarmante 40% de incidencia de obesidad.
Hernández explica que el exceso de peso corporal puede desencadenar una serie de mecanismos que impactan negativamente en la salud renal, desde el aumento de la presión arterial hasta la reducción del flujo sanguíneo a los riñones, creando un ciclo vicioso de deterioro renal y complicaciones adicionales.
La detección temprana de señales de alerta como fatiga persistente, hinchazón de extremidades, aumento en la frecuencia urinaria, entre otros, es fundamental para iniciar un tratamiento efectivo y preservar la calidad de vida del paciente. Desde ajustes en el estilo de vida hasta tratamientos más avanzados como diálisis o trasplante, la atención integral juega un papel crucial en el manejo de esta enfermedad.
Sin embargo, la lucha contra la obesidad va más allá del ámbito médico, ya que también implica un impacto económico significativo. El costo asociado con el tratamiento de enfermedades relacionadas con la obesidad representa una carga tanto para el sistema de salud pública como para las familias mexicanas.
Ante esta situación, Hernández subraya la urgencia de promover hábitos de vida saludables y adoptar medidas preventivas a nivel nacional. La mejora en la dieta y el fomento de la actividad física son aspectos clave en esta batalla contra la obesidad, especialmente en las áreas urbanas donde el acceso a alimentos procesados y el sedentarismo son factores exacerbantes.