Los conductores se enfrentan a turnos prolongados de trabajo que superan las 12 horas, todo con el objetivo de cubrir primero la renta y luego obtener una recompensa económica.
En México, los taxistas o conductores de automóviles de alquiler no están oficialmente reconocidos como trabajadores en condiciones de trabajo forzado, pero podrían caer inadvertidamente en la categoría de "esclavitud moderna" sin darse cuenta o, en el peor de los casos, haberse acostumbrado a tal situación.
En el país, más de 850 mil personas se encuentran en este tipo de trabajos, que abarcan desde empleados domésticos hasta trabajadores agrícolas o mineros, sin embargo, los taxistas o ruleteros rara vez son mencionados a pesar de que sus condiciones de trabajo podrían situarlos en esta categoría.
Equivalentes. En ciudades como Piedras Negras, donde circulan 612 concesiones de taxis con un número equivalente de conductores, la competencia es feroz y los días con pocos clientes son comunes. Los conductores se enfrentan a turnos prolongados de trabajo que superan las 12 horas, todo con el objetivo de cubrir primero la renta y luego obtener una recompensa económica, aunque esta última suele ser agotadora y mínima. Un sondeo entre los choferes de taxis revela que están totalmente a merced de los propietarios de las concesiones, quienes exigen el pago de rentas diarias considerables, que oscilan entre 600 y 750 pesos por vehículo.
Bases. Además de cubrir estos gastos, los conductores también deben afrontar el costo del combustible, que asciende a entre 300 y 400 pesos diarios, así como un pago no obligatorio de 200 pesos a la base. En resumen, los taxistas deben reunir entre 1,000 y 1,100 pesos diarios solo para cubrir los gastos básicos, antes de comenzar a obtener ganancias. La falta de seguridad social es una de las características más preocupantes de esta situación laboral.
Créditos. Los propietarios de las concesiones no inscriben a los conductores en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), lo que significa que carecen de seguro social y cualquier tipo de protección en caso de enfermedad o accidente laboral. Tampoco están registrados en el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT), lo que les impide acumular créditos para adquirir viviendas de interés social, como la mayoría de los trabajadores formales. Aunque algunos conductores como Carlos, admiten que sus ingresos les permiten vivir decentemente, también reconocen las carencias en términos de seguridad laboral y beneficios sociales. La falta de una tarifa oficial dictada por el Consejo de Transporte o el Cabildo complica aún más la situación, dejando a los conductores a merced de los precios no oficiales establecidos por los propietarios de las concesiones, que pueden variar considerablemente. En un intento por mejorar las condiciones de trabajo de los taxistas, en 2018 se licitaron legalmente 120 concesiones, pero esta medida no resultó efectiva debido a razones políticas y económicas. Los beneficiarios no pudieron pagar el costo de las concesiones ni adquirir vehículos nuevos para prestar el servicio, lo que llevó a muchos de ellos a ceder sus derechos a los propietarios de las concesiones a cambio de un pago mínimo. En resumen, la situación de los taxistas en México, aunque no sea oficialmente reconocida como trabajo forzado, presenta muchas de las características asociadas con la "esclavitud moderna", incluida la falta de seguridad social, condiciones laborales agotadoras y la dependencia extrema de los propietarios de las concesiones. Es necesario abordar estas preocupaciones para garantizar un trato justo y digno.