El cerebro es uno de los órganos vitales del cuerpo, es el más grande, el que más funciones realiza y el que más energía requiere para su funcionamiento. Esta energía proviene del azúcar (glucosa) que se obtiene en parte de los alimentos y de otros procesos en el hígado.
Entonces, si el cerebro se alimenta de azúcar, ¿qué le sucede a este órgano cuando dejas de consumirla? Desde hace décadas, la Organización Mundial de la Salud ha recomendado disminuir o evitar el consumo de azúcar, pero ¿esto no afectaría al funcionamiento del cerebro? La respuesta es no.
El cerebro, siendo un órgano que representa menos del 2% del peso corporal, sorprendentemente consume hasta el 20% de la energía total de glucosa generada por el organismo. Este combustible es crucial para funciones cognitivas y la síntesis de neurotransmisores, componentes esenciales para el sistema nervioso.
A pesar de las advertencias de la OMS sobre el consumo de azúcar libre presente en alimentos procesados, el cuerpo humano tiene mecanismos intrincados para garantizar un suministro constante de glucosa.
Desde la conversión de carbohidratos en alimentos cotidianos hasta la síntesis a partir de almacenamientos internos como el glucógeno en el hígado, se asegura un equilibrio eficiente.
Aunque dejar el azúcar puede desencadenar síntomas de abstinencia, la Dra. Bayés asegura que el cuerpo puede obtener energía de la grasa, beneficiando la salud general. Así, la eliminación del azúcar podría no solo impactar positivamente en la función cognitiva sino también en la salud global del individuo.
El cerebro no puede almacenar glucosa, por lo que necesita un suministro constante de esta sustancia para funcionar correctamente.
Cuando los niveles de glucosa en sangre son bajos, el cerebro puede empezar a utilizar otras fuentes de energía, como los cuerpos cetónicos. Sin embargo, los cuerpos cetónicos no son tan eficientes como la glucosa y pueden causar efectos secundarios, como la fatiga, la náusea y la confusión.
Por lo tanto, es importante mantener los niveles de glucosa en sangre dentro de un rango saludable para garantizar un funcionamiento óptimo del cerebro. Esto se puede hacer siguiendo una dieta saludable que incluya carbohidratos complejos, como los que se encuentran en los granos integrales, las frutas y las verduras.