Un reciente artículo publicado en el Boletín Epidemiológico de la primera semana de 2024, elaborado por residentes de segundo año de la especialidad de Medicina Preventiva del Instituto Nacional de Salud Pública, destaca la importancia de abordar los defectos al nacimiento desde una perspectiva integral, considerando factores genéticos, ambientales y de nutrición.
El informe, emitido por la Dirección General de Epidemiología (DGE) de la Secretaría de Salud, resalta que la prevención de defectos del tubo neural en el feto está directamente vinculada a prácticas saludables durante el embarazo.
Se enfatiza en el consumo de ácido fólico, también conocido como folato o vitamina B9, como medida crucial para reducir hasta un 70% los defectos congénitos del cerebro y la columna vertebral del feto.
La recomendación establece que las mujeres en edad fértil deben consumir 400 microgramos diarios de ácido fólico, mientras que aquellas con antecedentes familiares o que viven en áreas de mayor incidencia deben aumentar la dosis a cuatro miligramos al día durante el embarazo. Es esencial iniciar la suplementación al menos tres meses antes de la concepción.
El informe trimestral de octubre de 2023 del Sistema de Vigilancia Epidemiológica de Defectos al Nacimiento (SVEDAN) revela que la incidencia de defectos del tubo neural, craneofaciales y displasia de cadera fue de 144 casos por cada 100 mil recién nacidos vivos. Lamentablemente, se destaca que en el 32.5% de los casos notificados en 2022, las madres no consumieron ácido fólico o lo hicieron después del primer trimestre de gestación.
Las entidades con tasas de incidencia más elevadas fueron Morelos y Jalisco, con 315 y 276 casos por cada 100 mil recién nacidos vivos, respectivamente, evidenciando la necesidad de un enfoque preventivo más enfocado en estas regiones.
Además de los factores nutricionales, el artículo resalta la importancia de evitar la exposición a contaminantes ambientales, como el humo de tabaco, y la necesidad de un control médico mensual durante el embarazo. La detección temprana de posibles riesgos puede conducir a tratamientos oportunos, minimizando las secuelas tanto para la madre como para el feto.