La historia de Margarita de Dinamarca con su esposo, Enrique, estuvo lejos de ser un cuento de hadas
La reina Margarita II de Dinamarca abdicó el domingo a la corona. En el mismo acto, su primogénito se convirtió en el nuevo monarca, el rey Federico X.
Con este acto, Margarita puso fin a un reinado que comenzó 52 años atrás y que incluyó en la Familia Real a un personaje singular, que con sus insólitas acciones le puso un condimento de incorrección a la dinastía real más longeva de Europa y tradicionalmente ajena a cualquier tipo de escándalos. Se trata de Enrique de Dinamarca, marido de Margarita y padre de Federico, el príncipe consorte que hasta poco antes de su muerte soñaba con ser rey y no tenía temor de exigirlo... aunque pusiera en apuros a la propia reina.
Su frustración y enojo por el hecho de nunca ser nombrado como rey llevó al príncipe consorte al punto de ponerse celoso de su propio hijo y a declarar que, excepto que la reina lo nombrara como monarca, no quería compartir con ella su reposo final en la Catedral de Roskilde, donde se suponía que iban a yacer ambos, juntos por la eternidad, luego de que a cada uno les llegara la hora de su último suspiro.
Las desprolijidades y desplantes de Enrique para con su mujer fueron numerosos y en los últimos tiempos se relacionó todo eso con un estado de demencia que padecía el esposo de Margarita.
Bon vivant, playboy, apasionado por la vitivinicultura y la poesía, un hombre de mundo. Son algunas de las categorías que usaron las revistas del corazón para definir la personalidad del hombre nacido en Talance, sudoeste de Francia, el 11 de junio de 1934, con el nombre de Henry Marie Jean André de Laborde, conde de Monpezat. Y que murió 83 años después como Enrique (Henrik) de Dinamarca el 13 de febrero de 2018 a causa de una neumonía en el castillo de Fredensborg, una de las residencias de la Familia Real danesa. Entonces se encontraba retirado de sus obligaciones como príncipe consorte. Y moría sin ser rey.