La película de este gigante del streaming ha impactado a los espectadores al narrar la historia real de un equipo de rugby que queda varado en la cordillera de los Andes, siendo forzados a tomar medidas extremas, incluido el canibalismo, para sobrevivir a las adversas condiciones del entorno.
Basada en hechos reales, la tragedia ocurrió en 1972 cuando un avión proveniente de Uruguay se estrelló en un glaciar, resultando en la pérdida de 16 vidas de los 45 pasajeros originales. La película dirigida por Juan Antonio Bayona no es la primera en abordar este incidente ampliamente conocido como la "tragedia de los Andes", esta cinta se centra principalmente en la psicología de los pasajeros y los dos meses siguientes al rescate, sin profundizar en las consecuencias legales y sociales del canibalismo, una práctica que, bajo circunstancias normales, sería considerada ilegal.
El 29 de diciembre de 1972, seis días después de su retorno, se confirmó que los supervivientes se vieron obligados a recurrir al canibalismo para sobrevivir. Este hecho provocó sorpresa y controversia pública debido a la repulsión general hacia el consumo de carne humana, a pesar de las circunstancias extremas que enfrentaron. Uno de los supervivientes, Eduardo Delgrado, compartió que, en momentos de desesperación, recordaron la Última Cena de Jesús y cómo entregó su cuerpo y sangre a los Apóstoles.
Algunos supervivientes incluso buscaron justificar el canibalismo a través de analogías médicas, comparándolo con un trasplante de corazón, una práctica novedosa en esa época. Con la primera cirugía de trasplante realizada en 1967, el tema aún era tabú en algunas sociedades, y los supervivientes buscaron darle sentido a sus acciones.
Dadas las circunstancias extraordinarias y la extrema necesidad que enfrentaron, los supervivientes no fueron llevados a juicio. El 28 de diciembre de 1972, representantes de la Archidiócesis de Nueva York los defendieron, argumentando que los pasajeros actuaron de manera "justificada" para evitar la muerte. Finalmente, las Iglesias chilena y uruguaya, junto con el Papa Pablo VI, concedieron la absolución a las 16 personas que lograron regresar a casa.