Tener un gato es un factor de riesgo importante para la esquizofrenia; de hecho, según investigadores del Centro Park para la Salud Mental (Australia), el riesgo es más del doble.
En un artículo publicado en 'Schizophrenia Bulletin', el equipo detalla las conexiones entre tener un gato durante la adolescencia y niñez y la esquizofrenia en etapas posteriores de la vida.
Los investigadores realizaron una extensa búsqueda de estudios en varias bases de datos y literatura desde el 1 de enero de 1980 hasta el 30 de mayo de 2023, sin limitaciones geográficas o de idioma. Incluyeron estudios que informaron datos originales sobre la propiedad de gatos y los resultados relacionados con la esquizofrenia. De 1.915 estudios identificados, se utilizaron 17 de 11 países diferentes.
Los datos mostraron que tener un gato se asoció con un mayor riesgo de trastornos relacionados con la esquizofrenia, riesgo que es casi más del doble en las probabilidades de desarrollar trastornos relacionados con la esquizofrenia entre todos los individuos expuestos a gatos.
¿Desde que edad?
Los estudios no se ponen de acuerdo; mientras que un estudio de Finlandia habla de menores de siete años, otro trabajo del Reino Unido se refiere a los 4 y 10 años.
La investigación sugiere que la ventana crítica de exposición debe definirse mejor y podría verse influenciada por varios factores.
Sin embargo, escriben, se necesitan investigaciones más sólidas para identificar con precisión el período específico de exposición que podría representar el mayor riesgo de trastornos relacionados con la esquizofrenia asociados con la exposición a gatos jóvenes.
La tendencia general del riesgo se centra en la interacción entre el cerebro en desarrollo y la exposición felina. Pero, por supuesto, no es sólo salir con personalidades felinas el culpable del mayor riesgo. Hay un agente causal que opera de forma invisible en el entorno de los gatos y que probablemente sea el verdadero culpable: el Toxoplasma gondii.