Cuidarnos mente y cuerpo es la principal medida de prevención ante enfermedades. Hay que comenzar por lo más sencillo, conocer a fondo cuáles son los puntos esenciales en los que debemos enfocarnos.
Si bien, hay partes del cuerpo que no deben limpiarse tan frecuentemente, hay otras que son las vías ideales para que bacterias, hongos y otros microorganismos perjudiquen nuestra salud y puedan ocasionar una infección.
Tres años después de haberse declarado la pandemia por Covid-19, aún hay gente que se pregunta por qué una de las recomendaciones preventivas era no tocarnos el rostro. Y es que en la cara, tenemos algunos de los puntos más propensos a dejar entrar una infección al organismo.
Para comenzar hablemos de la piel. Sin poner mucha atención a su cuidado, creemos que es resistente, eterna, que con solo un hidratante y un poco de protector solar estamos haciendo suficiente, pero hay hábitos que pueden generar pequeños canales de infección que pueden complicarse. Uno de ellos es el afeitado y todo procedimiento que implique un abordaje agresivo de la capa más externa de la piel, como el dermaplaning, e incluso el microneedling, que es el uso de nano agujas que perforan la piel con el fin de activar los mecanismos de reparación de la piel.
La cosmetólogo Johana Méndez, explica que las dos técnicas tienen ventajas pero deben hacerse con la piel muy limpia, sin condiciones como irritación o acné y, sobre todo, comprender que en manos de expertos podemos ahorrarnos muchos problemas como infecciones o irritaciones.
La capa superior de la piel es la capa protectora, también allí se aloja la flora bacteriana que es simbiótica con la piel y, además, esta es nuestra primera línea de defensa. Al eliminarla, la dejamos expuesta mientras las células hacen su trabajo de reparación. De manera, lo más acertado es consultar con el especialista antes de recurrir a cualquier procedimiento de este tipo.
Asimismo, es obvio que cuando tenemos la piel irritada, acné, o cualquier tipo de lesión y la tocamos con nuestras manos corremos el riesgo de infectarla traspasando la suciedad que tengamos en los dedos al rostro y ese justo es el principio por el cual los médicos han recomendado por años no tocarnos la cara. Lo hacemos demasiado.
La doctora Patricia Varacallo, dice en un artículo de su autoría en The Health que tocamos demasiado la nariz, hasta 23 veces por hora, según investigadores. Si bien la nariz cuenta con los mecanismos adecuados para evitar que entre suciedad a nuestro sistema respiratorio y calentar el aire, tocarla con frecuencia puede estimular el acceso de gérmenes al organismo, ocasionando afecciones como la sinusitis, por ejemplo.
Los ojos es otra parte del rostro que tocamos con demasiada frecuencia. Al estrujarlos porque nos pican, al tocarlos para maquillarnos, e incluso al usar objetos infecciosos como brochas de maquillaje sin asear, o productos inadecuados, podemos estar incentivando la propagación de microbios hacia la zona, causando desde irritación hasta conjuntivitis.
Si usamos lentes de contacto, si vamos a maquillarnos, o si debemos tocar los ojos por cualquier causa -que siempre es mejor evitar- debemos lavarnos muy bien las manos. Lo mismo aplica para las orejas que, aunque no lo parece, son muy delicadas.
Ya hemos mencionado sobre lo contraproducente que es introducir hisopos o artículos para limpiarlas. Igual de peligroso es introducir los dedos en el canal auricular. En el blog de salud auditiva Estaire, hacen hincapié en que cualquier sustancia dañina podría ser muy perjudicial y causar daños irreversibles. Para limpiarlos, es recomendable una vez más tener las manos muy limpias, y usar un paño suave húmedo para limpiar solamente la parte exterior.
Por último, el ombligo, ese lugar oscuro en el que nunca, o casi nunca pensamos, es una cueva ideal para bacterias, ya que en él se acumulan pelusas, sucio, sudor y grasa corporal, por lo cual es recomendable limpiarlo de forma delicada y frecuente, sin alterar el ecosistema de la piel, y evitar tocarlo demasiado pues podríamos desplazar los organismos bacterianos que allí crecen a otra parte de nuestro cuerpo.
Es inevitable estar en contacto con virus y bacterias. Las inhalamos, las consumimos en alimentos, pueden entrar a través de una picada de un insecto, por heridas, o por contacto de fluidos corporales, sin embargo, sí podemos poner de nuestra parte para evitar enfermedades teniendo una buena higiene y cuidando nuestro sistema inmune por todos los flancos posibles. Eso sí queda en nuestras manos.