Hace pocas semanas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó su primer informe sobre el devastador impacto global que produce la presión arterial alta, junto con recomendaciones sobre cómo ganar la carrera contra este asesino silencioso.
El estudio muestra que el número de personas que viven con hipertensión (presión arterial de 140/90 mmHg o superior o que toman medicamentos para la hipertensión) se duplicó entre 1990 y 2019, de 650 millones a 1.300 millones.
“Si los países ampliaran los estudios en la población, se podrían evitar 76 millones de muertes entre 2023 y 2050″, destaca el informe.
La hipertensión arterial es una enfermedad asintomática, motivo por el cual, coloquialmente, se la conoce como “el asesino silencioso”. De todas formas, hay una serie de signos que se suelen vincular con esta condición, como por ejemplo la cefalea, el derrame conjuntival (ojo rojo), la epistaxis (sangrado nasal) o los mareos. En la mayoría de estos casos, el aumento de la presión arterial no es la causa del síntoma, sino su consecuencia.
Y uno de los causantes directos de esa negativa consecuencia es la sal. La reducción de la sal en la dieta es una de las medidas recomendadas en el Plan de Acción mundial para la prevención y control de las enfermedades no transmisibles (ENT) 2013-2030, aprobado por la 66ª Asamblea Mundial de la Salud, en donde además se establece una meta voluntaria para la reducción relativa del 30% en el consumo medio de sal/sodio en la población para el 2025, que es esencial para alcanzar el objetivo de reducir en un 25% la mortalidad prematura por ENT.
La OMS publicó la guía técnica SHAKE, concebida para ayudar a los Estados Miembros a elaborar, implementar y monitorear diversas estrategias encaminadas a reducir el consumo de sal en la población.
El exceso de sal en la dieta incrementa la presión arterial causando aproximadamente el 30% de la prevalencia de hipertensión, y también se le ha vinculado con el cáncer de estómago, empeoramiento de asma, osteoporosis (huesos debilitados), cálculos renales, insuficiencia renal, y con la obesidad, ya que los alimentos salados causan sed, la que se quita consumiendo bebidas con un alto contenido de azúcar.
Según las estimaciones de la OMS el consumo de sodio a nivel mundial es de 4310 mg (10.78 g de sal), muy por encima de la recomendación de no consumir más de 2000 mg de sodio (5g de sal) al día. Los afrodescendientes son especialmente susceptibles a los efectos adversos de la presión arterial debido al excesivo consumo de sal.
La presión arterial alta contribuye en al menos el 40% de todas las enfermedades del corazón y accidentes cerebrovasculares, que representan a su vez el 45% de las enfermedades no transmisibles. La hipertensión es un riesgo de salud importante en las Américas, en donde se estima que entre el 20.7% y el 56.4% de la población adulta de 30 a 79 años en los Estados Miembros de la OPS tiene hipertensión. La reducción del consumo de sal en la población es la medida de salud pública más costo-eficaz para bajar la presión arterial y la mortalidad.
Medidas concretas respecto a la sal
Reducir el consumo de sal en solo una cucharadita al día podría reducir la presión arterial tanto como los medicamentos para la hipertensión, según una investigación presentada en las recientes Sesiones Científicas de la Asociación Estadounidense del Corazón y publicada en JAMA.
El hallazgo surge de un estudio de 213 adultos, de 50 a 75 años, incluidas personas cuya presión arterial se consideraba normal, así como aquellos con presión arterial alta (hipertensión), tratados o no.
Los científicos a cargo de la investigación registraron la presión arterial de los participantes después de haber seguido, durante una semana, una dieta baja en sodio: comidas, refrigerios y bebidas que incluían aproximadamente una cucharadita menos de sal de mesa (2,3 gramos de sodio) que su dieta habitual. Esto se comparó con la presión arterial de los participantes después de haber consumido una dieta alta en sodio durante una semana. Para casi tres cuartas partes de los participantes, la presión arterial era más baja con la dieta baja en sodio.
En los resultados concretos, esa dieta mostró, en promedio, una presión arterial sistólica que era 8 mmHg (milímetros de mercurio, el estándar de medición de la presión arterial) más baja que la presión sistólica registrada después de una dieta rica en sodio, y 6 mmHg más baja que después de su dieta habitual.
La presión arterial sistólica, el número superior (o primero) en una lectura de presión arterial, representa la fuerza producida por el corazón cuando late, empujando la sangre a través de las arterias. Los investigadores escribieron que sus hallazgos indican que “se puede lograr una reducción clínicamente significativa de la presión arterial mediante la reducción del sodio en la dieta de manera segura y rápida en 1 semana”.
Tener presión arterial alta aumenta el riesgo de una persona de sufrir enfermedades cardíacas, ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares, pero también aumenta la probabilidad de desarrollar una variedad de problemas de salud, incluyendo enfermedades renales, problemas visuales, disfunción sexual y enfermedades arteriales periféricas.
Datos clave de la sal
Se estima que el mayor número de muertes relacionadas con la alimentación, unas 1.89 millones de muertes por año, están asociadas con el consumo de sodio. Y es una causa bien establecida de la hipertensión arterial y responsable de unos 10.8 millones de muertes en el 2019.
La OMS recomienda consumir menos de 5 gramos de sal o 2 miligramos de sodio al día. Pero en las Américas, las personas consumen hasta el triple de esta cantidad y todos los grupos de edad, incluso los niños, están afectados.
Se calcula que los costos directos e indirectos de la presión arterial aumentada representan del 5% al 15% del PBI en los países de ingresos altos, y del 2,5% al 8% en América Latina y el Caribe.
Las políticas de reducción de sal enfocadas específicamente a la industria alimentaria son necesarias y relevantes, y deben ser implementadas de forma obligatoria. La OPS/OMS ha desarrollado diferentes herramientas para apoyar a sus Estados Miembros, incluyendo las nuevas metas regionales actualizadas de la OPS para reducción de sodio, desarrolladas en colaboración con la Universidad de Toronto y presentadas en octubre del 2021.