La patética noche del Tri no desmerece el esplendor catracho.
En el “Cerro de Plata” (Tegucigalpa), el Tri de Copa Oro, enseñó el cobre. Honduras 2-0 México. El Final Four parece esfumarse y el boleto a Copa América habría que limosnearlo en el repechaje.
Puntualícese: partidazo de Honduras. Devoción, compromiso, rabia, fe, audacia, seriedad, dignidad y, lo más importante, calidad de futbol. La patética noche del Tri no desmerece el esplendor catracho, en este cambio de sede a Tegucigalpa, nombre que significa eso, Cerro de Plata, con un estadio abarrotado de comayagüenses.
Jaime Lozano erró desde el once inicial. Apostó por la artritis reumatoide de Romo, la torpeza ratificada en los amistosos por Orbelín Pineda, y cantado estaba que Santiago Giménez necesita llanuras, no callejones, para poder desarrollar su futbol.
Y no sólo falla Jimmy, sino su grupo de expertos y asesores en la lectura obvia, anticipada, expuesta del adversario: Honduras, especialmente con la doctrina de Reinaldo Rueda, iba a montar su trinchera y a lanzar guerreros kamikazes. Le hicieron dos a México y pudieron ser cuatro o cinco.